Capítulo III

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"La rebelión es la única cosa que da sentido a una persona y a su vida."

Oscar Wilde

El baile no resultó ser lo que yo esperaba, ni tampoco lo que mis padres querían

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El baile no resultó ser lo que yo esperaba, ni tampoco lo que mis padres querían.

—Cadwyn, ya te hemos esperado demasiado. Respetamos que no te quisieras casar con alguien a la fuerza, pero tienes diecisiete años. La mejor parte de tu vida se va a perder si te vuelves una solterona —me advirtió mi madre, la mañana posterior al baile.

—Es que nadie conecta conmigo, necesito sentirme... —traté de explicarme.

—¿Enamorada? Por Dios, Cadwyn, enamorarse es para gente sin poder —me reprochó mi padre—. ¿Por qué no haces como Lasair y te consigues un novio importante? Solo le llevó una noche.

Mirando el piso, amargada, solté un suspiro de frustración. De verdad quería conocer a alguien y enamorarme. El amor es complejo, lleva tiempo. No podría casarme con un desconocido en todos los ámbitos. El baile debía ser el primer paso: conocerlo. Luego citas, y por último boda. Pero, no, eso no pasó.

—Denme más tiempo, tal vez yo...

—Tal vez nada —interrumpió mi padre—. Te buscaré a un hombre importante en las cercanías del pueblo para que te despose. Fin de la discusión.

Él se levantó de la mesa y se fue caminando hacia su despacho. Mi madre, sentada en la mesa conmigo, me miraba apenada. Una mezcla de tristeza, frustración e ira invadía mi cuerpo, rodeaba mi cerebro y mandaba impulsos a mi boca para que apretara los labios con enojo.

—Es por tu bien, Cadwyn —me dijo mi madre al levantarse y tomar camino a la cocina.

Me quedé sola, en la mesa del comedor, mirando el piso. Necesitaba liberarme un rato, correr con los pies descalzos por el pasto y sentir el viento en mis manos. Mi madre no me dejaría, pero ¿por qué preguntarle? Me levanté y con el mayor silencio que pude guardar, caminé hacia la puerta trasera de la casa.

Salí sin hacer ni un solo ruido y caminé por el patio de atrás, rodeándolo, para no llamar la atención. Fui hasta la puerta que daba al bosque de detrás y la abrí. Sin pensarlo, me saqué los zapatos, y me fui corriendo.

Había una brisa reparadora que me llenaba de vida. Corría entre los árboles, sin mirar atrás. Sentía la hierba entre mis dedos de los pies al detenerme en algún momento a descansar. Mi vestido blanco resaltaba entre la naturaleza, pero yo ya era una con ella.

Me detuve totalmente al llegar al árbol más grande de la zona, mi favorito. Gwres, así le había puesto. Su tronco era macizo, rugoso. Se notaba que llevaba años creciendo allí. Sus raíces estaban conectadas con la tierra, haciendo que esté aferrado a ella. Era el que más me gustaba por su presencia, ninguno era tan grande o mágico como él.

Me recosté en las raíces y pensé en mi nueva amiga de la noche anterior. Era una chica especial. Por fin una mujer que no basaba su personalidad en buscar un marido. No es por criticar a las demás chicas que conocía, pero las que no estaban casadas, solo pensaban en amor. Y no niego que yo había desperdiciado días enteros pensando en mi hombre ideal, pero también tenía mis momentos. Me hubiera gustado tomar de las manos a esas muchachas y llevarlas a conocer el bosque, ayudarlas a conectar a las plantas, ir juntas a ver las luciérnagas o simplemente, disfrutar de una mañana jugando en las orillas del lago. Eran pequeñas cosas que ellas se privaban de hacer por verse correctas y perfectas.

Si ellas eran felices en su propia estrella, me alegraba, aun así, conocer los demás planetas era una actividad sumamente encantadora.

Abrazándome a mí misma, empecé a dormirme bajo la sombra que me generaba Gwres. Oía a algunos pájaros piar, mi sonido favorito para descansar. Mis sueños empezaban a aparecer, comenzaba a actuar dentro de ellos, pero una voz me sacó de estos.

—Cadwyn, ¿qué haces aquí? —me preguntó esa voz.

Con sueño abrí los ojos, para encontrarme a Elena. Al verla quedé confundida.

—¿Qué haces aquí...? —dije enderezándome.

Ella estaba en cuclillas frente a mí, entonces se paró.

—Salgo a documentar plantas —Me mostró un cuaderno que llevaba en los brazos junto con un lápiz—. ¿Tú que haces sola en el bosque, dormida bajo un árbol? Algún animal podría atacarte.

Nunca había imaginado eso, creo que porque jamás pensé mal de uno de ellos. Miré su cuaderno, con curiosidad.

—Creo que no había pensado eso —admití.

Ella notó que miraba su cuaderno y dejó su cara neutral por una sutil sonrisa. Se arrodilló junto a mí y acercó el anotador.

—Quieres ver, ¿no? —dijo divertida. Yo solo asentí sonriente.

Abrió su cuaderno frente a mí y pude ver muchos dibujos de plantas, desde flores hasta árboles. Algunos estaban pintados con acuarela, otros estaban sombreados con grafito. Todos parecían hechos con mucha pasión. Aunque no sabía como eran las referencias, sabía que se parecían mucho.

—¡Son muy bellos, Elena! Tienes un talento natural —la halagué cuando terminó de mostrarlos.

Su cara se ruborizó ligeramente. Notándola feliz, cerró el cuaderno.

—Gracias, de verdad. Es solo un pasatiempo. Mi familia quiere que me dedique a tocar el violín —me contó, jugando con su lápiz.

—La familia es complicada, en verdad —dije luego de suspirar y ver mis manos.

—Ni me lo digas... —Se terminó de sentar a mi lado y apoyó su cabeza en el árbol— ¿Qué pasa con tu familia?

Aun mirando mis manos, subí mis piernas, y bajé la cabeza.

—Quieren que tenga un marido. Ya tengo diecisiete, dicen que ya esperaron demasiado y no sé qué más —le conté, abrumada, sin dejar de mirar mis manos.

Ella puso una de sus manos en mi mentón, subió mi cabeza y la giró levemente hacia ella.

—¿Entonces vas a casarte con alguien?, ¿o vas a ser rebelde y seguir soltera? —me preguntó mirándome fijamente a los ojos con esa intensidad que tanto me encantaba.

Yo no supe que responder al principio. Yo había asumido que iba dejarme ser y casarme, pero ella me había dado una opción que no había tenido en cuenta. Tal vez no sería lo mejor, pero ¿por qué ellos podían obligarme a casarme? Sonreí al saber mi respuesta y Elena no tardó en saber lo que había elegido.

—Confío en ti —dejó caer el cuaderno y el lápiz y me acercó a ella agarrándome la mandíbula.

Pensé que nos podría cara a cara, pero se desvió a mi oreja. Un "Estaré para lo que necesites" sonó bajito en mi oído junto con el sonido del viento y los pájaros. De pronto, bajó la cabeza a mi cuello y me dio un suave beso ahí. Y otro, y otro más. Me quedé congelada, pero no me disgustaba. Solté un suspiro al ella terminar. Sentía mi cara hirviendo.

—Me tengo que ir. Suerte, Cadwyn —me dijo alejándose. Ella estaba tan nerviosa como yo, al parecer, porque tomó su cuaderno y lápiz y se fue corriendo. Toqué con mi mano mi cuello, acariciándolo, sintiéndome la chica más afortunada del pueblo.

Con el corazón en la boca, me levanté y me fui caminando a mi casa. Pensando en que ahora debía revelarme y, además, que una chica había besado mi cuello, y me había gustado.

Cadwyn: mi dulce amor (LGBTQ+) PAUSADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora