Cayendo en pedazos

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La cena transcurre como imaginé.

Ye Ji suelta uno que otro comentario pero es su padre quien no mantiene la boca cerrada. Sorprendentemente, yo no intervengo demasiado y, como es usual, Jeon ni se digna a decir palabra alguna. Me concentro en masticar y tragar, encogida en mi lugar y mirando atenta la costura del mantel hecho a mano que ahora adorna mi mesa rectangular.

—¿Hace cuánto que trabajas en el taller, Jeon?

Esa pregunta la hace el señor Suh. Ye Ji irrumpe el silencio momentáneo cuando absorbe la sopa de su cuchara.

—Ocho años.—contesta. Por su tono imagino que prefiere no hablar demasiado. Vaya novedad.

—Y... ¿no has pensado nunca en aplicar para ser mecánico de la Formula 1? —suelta Ye Ji esta vez— A mis amigos les fascinan las carreras y, por lo que mi papá dice, tú eres el mejor de esta ciudad. Todos te conocen por ello, ¿no es así?

—Es... complicado formar parte de esa liga.—dice él con lentitud. Yo sigo sin alzar la mirada de mi plato— No quiero dejar a mi equipo, ni tampoco desatender a ciertos clientes, sobretodo a aquellos que acostumbran a averiar sus coches muy a menudo.

De milagro no me atraganto con la porción de comida que me he llevado a la boca. Sin embargo, he conseguido que todas las miradas recaigan en mí por el sonoro ruido que he hecho al chocar mi cubierto contra la porcelana de la vajilla. Mis ojos terminan chocando irremediablemente con lo primero que veo al levantarlos: en Jungkook, que me analiza con una seriedad que me empequeñece, y aún y estando serio, no esconde muy bien la juguetona sonrisa que se le escapa por una de sus comisuras. La oculta disimuladamente con su mano. Imbécil.

Está claro que el comentario lo soltó adrede. Como siempre, buscando fastidiarme por estarme tanto rato callada y sin prestarle atención. Todos siguen comiendo, pero esta vez soy yo la que dejo de hacerlo y me enfrento al desafío en la mirada de quien se encuentra a escasos treintas centímetros de mí en la mesa.

Mastico y trago, remuevo la sopa y me la llevo a la boca sin quitarle el ojo de encima. ¿Por qué no puede centrarse en lo que come? No parece querer apartar su mirada ni un solo segundo, y a estas alturas, su seriedad me perturba.

Ye Ji es la primera en confirmar que ha terminado de comer, le sigue su padre, que, a modo de chincharla, nos hace saber a todos que fue él el primero en acabar. Como siempre, ambos terminan en una pequeña y divertida disputa sobre aprender a saber perder.

Aclaro mi garganta, porque de un de pronto la siento seca y me levanto de mi lugar, ignorando completamente los ojos que me siguen en cada acción que hago mientras recojo todos los platos sobre la mesa. El de Jeon lo agarro con cierta rudeza.

—Ye Ji, tú cocinaste, así que yo lavo.—le hago saber, apilando los trastes para lavar y tomando los cubiertos en otra mano— Y nada de querer ayudarme, señor Suh, que el presente fue para usted, no se le olvide.

Mi comentario les hace soltar unas cuantas risas que me contagian mientras me encamino hacia la cocina. Dejo los trastes en el fregadero y me poyo por unos largos segundos contra la repisa. Suelto un bufido, porque menuda noche. Me cuesta asimilar, incluso, su mera presencia. De todos los talleres mecánicos existentes, ¿realmente tuvo que acudir justamente al de Jeon, el señor Suh?

Estoy echando el jabón a mi estropajo cuando una sombra se acerca a mi espalda y choca contra mi hombro cuando se posa a mi lado. En un inicio, pienso que se trata del señor Suh y su insistencia por ayudar siempre al anfitrión de la casa al ser él un invitado, pero las palabras que que estaba a punto de soltar mueren en mi boca en cuanto mi cabeza se gira y debo levantar el cuello hasta dar con los ojos carbón de Jungkook, que se remanga las mangas de su jersey antes de enjuagar las ollas y sartenes.

If you© || LizkookDonde viven las historias. Descúbrelo ahora