Bajo las cuatro miserables escaleras de la entrada de mi facultad apurada por llegar a mi casa y poner fin a este día tan desgraciado.A penas conozco gente en el barullo que significa mi clase, por lo que no sé cómo conseguir los apuntes de las tres primeras lecciones que tuvimos. A lo mejor a la taiwanesa que se sienta a mi lado no le moleste... nah, descarta la idea. Porque de ser yo, no prestaría mis apuntes a una superficial y obsoleta distraída que no escucha cuando le pregunto por un bolígrafo en mitad de un examen.
Creo que hoy ha sido la peor mañana de la historia de mi vida. Primero, por el pequeño percance que he tenido con la taiwanesa y luego por no atender a las preguntas de mi profesor de filosofía política. Es jodidamente inevitable que el calor no me suba a las mejillas cada que lo recuerdo, porque no fue suficiente con tener mi cabeza estancada en lo sucedido anoche, no, sino que tuve que pasarme toda la mañana desconcentrada por la vívida galería de imágenes que pasaba por mi cabeza como un disco rayado. Una y otra vez. Y otra. Así, hasta que mi profesor de filosofía política tuvo que echarme de clase por no responder a su pregunta.
De modo que salí de clase y no volví a entrar a ninguna otra. Me la pasé de la biblioteca al baño y del baño a la biblioteca. Todo el santo y bendito día con mi cerebro maquinando el recuerdo de Jeon absorbiendo mis labios entre los suyos. Una jodida aspiradora de besos que nunca se detuvo. Algo hermoso al inicio, sí, pero un verdadero fastidio de traer a colación cada vez que mi mente recordaba la manera en la que me soltó, me sonrió, se alejó y tomó su chaqueta, ¿para qué? pues para abrir mi puerta de entrada, mirarme por última vez y salir, sin siquiera despedirse. Huyendo, como una sabandija. Menudo troglodita malagradecido.
Todo ello en tanto que yo me quedé petrificada en el mismo sitio, sin comprender una mierda de lo que acababa de suceder, con el sabor de sus belfos todavía en mi boca y dejando tras de sí un ligero temblor en mis piernas.
Mis ojos se aprietan hasta cerrarse de solo rememorar cada punto acontecido la noche anterior.
Ajusto el bolso sobre mi hombro y avanzo unos cuantos pasos más hasta que estoy fuera del campus.
El cielo está despejado pero no me sorprende demasiado cuando gotas de agua caen sobre mis hombros desnudos porque anunciaron en las noticias de esta mañana que caería una gran ventisca.
Estoy en el aparcamiento, el cual se encuentra extrañamente vacío y a penas vislumbro pequeños cuerpos correr con sus mochilas sobre su cabeza hasta sus respectivos autos. Me planteo hacer lo mismo porque detesto la lluvia, sin embargo, ninguno de mis músculos responde a las ordenes de mi cerebro cuando me detengo en seco al llegar a la línea de aparcamiento donde dejé estacionado mi coche. Ave María, ¿qué hice para merecer esto? Me quedo estática en mi lugar en el momento que estrello mi vista contra la inminente figura de Jungkook junto a mi coche.
El frío colándose por entre mis piernas a penas cubiertas por largas medias blancas. Mi cabello, un revoltijo andante, se encuentra empapado hasta la raíz, y agradezco enormemente no haberme tomado el tiempo de maquillarme demasiado porque ahora mismo existiría poca diferencia entre un espantapájaros y yo.
Me hielo. No por el viento, ni por el temporal que se avecina, sino porque porque veo, apoyado sobre mi Toyota Corolla rojo, a un Jungkook empapadísimo por la mansa lluvia y con los brazos cruzados, apoyado sobre el capó de mi medio de transporte diario.
Quiero abofetearme. Machacar a la tonta idea de no volver a verlo nunca más porque, vamos, ¿qué probabilidades existen de no toparme con él jamás en esta diminuta ciudad ? Si su presencia me persigue hasta en la sopa.
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If you© || Lizkook
Fanfic¿Fuga de aceite? ¿Embrague defectuoso? ¿Cambio de neumático? A Lisa poco le preocupa averiar su auto porque sabe que cuenta con el mejor salvador ante cada uno de sus apuros: Jeon Jungkook. A lo mejor, haber quedado prendada de él fue lo peor que pu...