Cap-14

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Algo anda mal... el desorden, la alteración cuando ella me vio... ¿paso algo y no me di cuenta? estuvo vigilada por mucho tiempo, no es posible que nadie se haya dado cuenta...

-Yuna... dije

-vete... no te invite solo vete.. dijo ella, sonaba demacrada

-No, si te pasa algo es mi deber ayudarte... ella no me miró en ningún momento, pero se levanto tranquilamente, - Yuna... ¿que es lo que pa-

-La razon por la que la gente muere después de ver a ese monstruo es porque no soportan lo que vieron...

Que...porque me esta diciendo eso ahora... eso significa que ha estado luchando con lo que vio...

-Yuna...si lo hubieras dicho antes nosotr-

-Que iban a hacer... usted mismo lo dijo, todos murieron, ¿Cómo me hubieran ayudado? es más fácil ir al camino de la muerte

Ella tenía razón, aun que nos lo hubiera dicho es muy poco probable que la huebiramos podido ayudar pero habia esperanza... pero eso no significa que su piedira haber rendido... si se hubiera remdido entonces ella...

-Pero no estas muerta, decidiste vivir... Balam y yo podemos ayudarte

Todo quedo en silencio, la respuesta debe ser afirmativa

-Entonc-

-Vete... no necesito su ayuda, solo vete

Me detuve antes de salir, no podía irme así. No era alguien que dejaba las cosas a medias, y menos cuando se trataba de una alumna que claramente necesitaba ayuda. Me volví hacia Yuna, quien seguía dándome la espalda.

Yuna, mírame –le dije, mi voz firme pero sin agresividad.

No respondió, ni siquiera hizo el intento de mirarme. La habitación estaba sumida en un silencio tenso. Me acerqué un poco más.

Yuna, te estoy hablando –insistí, levantando apenas la voz, lo suficiente para dejar claro que no me iba a ir sin una respuesta.

Ella permaneció inmóvil, pero su silencio me dio la impresión de que estaba escuchando. Sus hombros tensos delataban que mis palabras no pasaban desapercibidas.

No sé lo que viste –continué–, ni pretendo entenderlo por completo. Pero rendirse no es una opción. Has llegado hasta aquí, luchaste todo este tiempo, y eso no es señal de alguien que se ha rendido. Si realmente quisieras rendirte, no estaríamos hablando ahora mismo.

La observé mientras las palabras resonaban en el ambiente. A pesar de su rechazo, sabía que algo dentro de ella aún quería pelear, aunque no lo admitiera.

–Dices que no necesitas ayuda, pero no te creo. Si no quisieras seguir adelante, no estarías viva. Todavía puedes luchar, y no tienes que hacerlo sola.

La tensión en su cuerpo disminuyó ligeramente. No era mucho, pero era suficiente para saber que mis palabras estaban surtiendo algún efecto.

–No me iré –sentencié con calma–. No hasta que me mires y me digas, de frente, que realmente quieres que me vaya.

Pasaron unos segundos largos y pesados. Finalmente, Yuna se giró lentamente hacia mí. Sus ojos estaban cargados de cansancio, de lucha interna, pero también de algo que no podía ignorar: una pequeña chispa de resistencia.

–No entiendo por qué sigues insistiendo... –murmuró, sin la dureza de antes.

–Porque no puedo dejarte hundirte sola. Eso no es lo que hacemos aquí –respondí, sin elevar la voz.

Ella se quedó en silencio de nuevo, parecía debatirse consigo misma. Sabía que aceptar ayuda era algo difícil para ella, pero también sabía que no podía cargar con todo sola.

Finalmente, soltó un suspiro, más de resignación que de alivio.

–Está bien... quédate –dijo con voz baja, casi en un susurro.

Asentí brevemente, sin hacer un comentario que pudiera hacerla sentir incómoda. Me acerqué a una silla cercana y me senté, sin invadir su espacio pero lo suficientemente cerca para que supiera que estaba ahí.

El silencio volvió a llenar la habitación, pero esta vez no era tenso, sino más tranquilo. Yuna, agotada, se dejó caer en el colchón, su mirada perdida en el techo.

No dije nada más. No era necesario. Con el tiempo, vi cómo su respiración se hacía más lenta y su cuerpo se relajaba poco a poco. El cansancio la venció, y pronto quedó dormida, su semblante más en paz que cuando llegué.

Después de asegurarse de que Yuna estaba profundamente dormida, Kalego se levantó con cuidado, sacó su comunicador y llamó a Balam. No podía dejar la situación sin vigilancia, y sabía que Balam debía estar al tanto.

–Balam, soy yo –dijo en un tono bajo para no despertar a Yuna.

–¿Qué ocurre? –respondió Balam al otro lado, su voz grave y directa.

–Estoy con Yuna. La encontré... en mal estado. No está bien. Parece que ha estado lidiando con lo que vio cuando enfrentó al monstruo, pero no quiere admitir que necesita ayuda –explicó Kalego, sin dejar de observar a Yuna desde la distancia.

Balam guardó silencio unos momentos, como asimilando la información.

–¿Está a salvo ahora? –preguntó finalmente.

–Sí, por ahora. Logré que me dejara quedarme, pero no sé cuánto tiempo podrá mantenerse estable sin intervención. La situación es delicada –Kalego habló en un tono más serio.

–Voy para allá –dijo Balam, firme.

–No hace falta que vengas de inmediato. Ya está dormida, y no parece estar en peligro inmediato. Pero necesitamos hacer algo pronto, antes de que esto se agrave –respondió Kalego.

–Entiendo. Mantente en contacto. Si algo cambia, avísame de inmediato –concluyó Balam.

–Lo haré –Kalego colgó, volviendo a guardar el comunicador en su bolsillo.

Vida en el inframundoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora