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Habían pasado años, casi una década, desde la última vez que Simon Riley tuvo relaciones sexuales. No era que no tuviera experiencia sexual, pero el sexo nunca fue algo en lo que pensara.
Hasta ti.
Eras una zorra, una musa y la perdición de Simon. Una simple sonrisa tuya haría que el soldado de 6'4 se arrodillara ante ti.
Nunca en un millón de años habría imaginado que estaría aquí, con su polla enterrada dentro de tu pequeño y apretado coño mientras gritabas su nombre. Que él fue quien te hizo sentir tan bien.
Era como si los dioses te hubieran hecho sólo para él, tus brazos se moldeaban perfectamente alrededor de su cuello, tus piernas del tamaño justo para rodear su cintura, tu coño justo para su polla.
Sus ojos se cerraron con fuerza, su boca abierta mientras dedicaba cada gramo de concentración que tenía a contener su orgasmo. Cada fibra de su ser le rogaba que se liberara, sus manos temblaban alrededor de tu cabeza mientras su polla se movía una vez más dentro de ti.
Simon se atrevió a mirarte y sintió que se le encogía el estómago diez veces al verlo. Eras tan jodidamente hermosa, cubierta de sudor, tu cabello hecho un desastre, tus ojos oscurecidos por la lujuria mientras suaves maullidos caían de tus lindos labios.
Jesús.
Simplemente no podía entender cómo terminó aquí, con las pelotas profundamente en la mujer más hermosa que jamás había visto. Una mujer a la que había amado en silencio durante años ahora yacía desnuda debajo de él, tomando su gruesa polla como si estuviera destinada a ti. Tal vez estaba destinado sólo a ti.
Simon apretó la sábana sobre tu cabeza con un puño, un gruñido escapó de sus labios hinchados cuando sintió que te apretabas a su alrededor. "Amor, por favor, tienes que dejar de hacer eso".
Gemiste en respuesta, dejando que tu cabeza cayera más hacia atrás en la almohada detrás de ti, tus piernas apretándose alrededor de la cintura de tu teniente. El ángulo permitió que la polla de Simon golpeara más profundamente dentro de ti, tu coño una vez más apretándose alrededor de él. "Se siente tan bien, señor".
¿Cualquier pizca de autocontrol de Simon se había desvanecido en ese momento, entre la gloriosa visión de ti desnuda debajo de él, la forma en que tu apretado coño se apretaba alrededor de él y la forma en que simplemente lo llamaste señor? Simon estaba perdido.
Antes de que pudiera comprender lo que estaba sucediendo, su polla latía dentro de ti, su espeso semen blanco pintaba tus paredes ya empapadas. Simon dejó caer ligeramente la cabeza, hundiéndose en la curva de tu cuello sudoroso mientras dejaba escapar un gemido bajo. "¡Mierda!"
Le tomó un momento recuperar el aliento y, vacilante, abrió los ojos, esperando encontrarte mirándolo con decepción.
Pero cuando te miró, te encontró sonriéndole, con una sonrisa lánguida en tus labios y tus ojos todavía llenos de lujuria. Observó mientras te tomabas el labio inferior entre los dientes, con los ojos fijos en los suyos.
Sintió que agarraste la parte posterior de su cabeza, acercando sus labios a los tuyos en un beso apasionado, lleno de lengua y dientes. Dejaste escapar un gemido en la boca de Simon, haciendo que su polla se volviera increíblemente dura una vez más dentro de ti.
Simon se alejó con una sonrisa sin aliento, sus ojos fijos en los tuyos mientras apoyaba ambas manos a cada lado de tu cabeza.
"Ahora creo que es tu turno de correrte, buena chica".
