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Simon nunca fue alguien que tuviera sexo duro. Prefirió tomarse su tiempo contigo, adorarte, tratarte como el ángel que eras.
¿Pero ahora? Ahora a Simon no le importaba tomarse las cosas con calma. Te estaba golpeando contra el colchón con un fervor que nunca habías experimentado en él. Red nubló su visión, tus suaves maullidos debajo de él hicieron poco para calmar su mente acelerada.
Tus risas de antes llenaron su cerebro, tus suaves sonrisas, tu toque gentil... pero nada de eso estaba dirigido a él. Era Soap que había tenido toda tu atención casi toda la noche, y esto llevó a Simon a un ataque de celos.
Sabía que era inofensivo entre tú y Johnny. Sabía que ninguno de ustedes jamás lo traicionaría de esa manera, pero la vocecita en el fondo de la cabeza de Simon le dijo que tal vez, solo tal vez Johnny sería mejor para ti que él.
Un gemido gutural tuyo sacó a Simon de sus pensamientos y sus ojos se dirigieron hacia ti. Una sonrisa sádica se formó en sus labios, observando cómo tus ojos se movían hacia la parte posterior de tu cabeza.
Sintió tus paredes apretarse a su alrededor y dejó escapar una risita entrecortada. "Este es mi coño, mío para follar, mío para jugar. ¿Lo entiendes?"
"Todo tuyo, Simón". Repitiste, clavando tus uñas en su espalda. Cerraste los ojos con fuerza, sucumbiendo a lo que fuera que Simon hubiera planeado para ti esa noche.
"Grita mi nombre, ¿sí?" Se burló Simon, inclinándose para presionar sus dientes contra tu cuello. "Que todo el maldito mundo sepa a quién perteneces".
Eras SU chica. Eras suya para adorar, eras suya para complacer, eras suya para amar. Y se aseguraría de que todos, incluido Johnny, supieran lo bien que te hacía sentir.
