Cap.6 "Pecado"

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El miedo recorría mi espalda, cada parte de mi medula espinal sentía aquel horror de ver a Colombia ser asesinado a sangre fría a manos del ruso. No pude gritar, no había siquiera sentido en gritar. Mi voz no podía salir por más que quisiera. Entendía perfectamente que era mi castigo por mis errores, hice cosas atroces y no voy a negar ninguna de ellas. Estaba seguro de que de alguna forma Rusia nos había descubierto. Sabía que la puerta abierta cuando salimos de casa de México era señal de que alguien más estuvo con nosotros, sin embargo, no quise prestarle atención a ese detalle, al final de cuentas no había nadie a la redonda para cuando habíamos terminado una de sus sesiones sexuales.

No quería morir, era lo que más se repetía en mi cabeza sin parar en una entonación alta. Quería que esa voz se callara, deseaba que no fuera mi último pensamiento el pedir piedad a alguna de mis deidades cuando sabía que había pecado y no tendría perdón de Dios. Sabía perfectamente cómo había llegado allí y todo empezó cuando Colombia se me acercó preguntando si me gustaba México hace varios meses.

Colombia había llegado a mi casa, su mirada fija en mi rostro y una sonrisa pícara se hicieron presentes en cuanto le había abierto la puerta. Pasó sin siquiera preguntar, solo cerré la puerta y no creía que ese sería tan solo el inicio de los eventos que se desatarían sin control en los próximos meses. Sentados, cada quién con una cerveza en mano, mirándonos mutuamente en silencio con un partido de fútbol que solo teníamos de fondo para llenar aquel ruido tan intenso que hacía algo tan simple como no decir nada... y esa nada fue quebrada con el todo. – ¿Te gusta México? –  Preguntó el país contrario a mí, fue como una bomba que estalló en mi rostro colorando de rojo casi al instante. Respondí que no era de su incumbencia ya que su sonrisa burlona me hacía sentir de alguna forma inseguro acerca de mis sentimientos, sentimientos que fueron retorciéndose con el tiempo a medida que Colombia trataba de convencerme acerca de hacer una atrocidad al amable mexicano. – ¿Cómo podríamos hacer algo así? Si él está enamorado de ese maldito americano. Se la pasa todo el tiempo a su lado. No hay chance de que los encontremos separados, aunque sea un segundo. – Repliqué ante su ilógica propuesta de tomar con nuestras propias manos el cuerpo de quién había robado mi corazón. Colombia insistía diciendo que tenía un plan. Había escuchado algo tan increíble como un plan que estaba haciendo el presidente Trump para controlar a Estados Unidos. Una droga, un líquido para manipularlo. Y con eso podrían de seguro encontrar un momento de soledad y vulnerabilidad para el tricolor latino. – ¿Qué opinas Brasil? ¿Estás dispuesto a probar un poco... esa fruta prohibida? – Y así tomé su mano para cerrar el acuerdo.

Estuvimos vigilando a México por un par de días, hasta que notamos un cambio de color en los ojos del americano. La información que había dicho Colombia que consiguió en el mercado negro era verídica. México tontamente solo pensó que eran lentillas de color que se había puesto su pareja. El plan de seguirlos y ver cada rutina que tuvieran empezaba de manera seria. En un lapso de seis meses, habíamos logrado encontrar distintas formas de interceptar a México y hacerlo nuestro, pero no era momento. No estaba débil. Tenía aún a USA de su lado, así que teníamos que esperar un poco más, tan solo un poco... Bingo...

Y así fue que el tricolor se había metido en un bar, dolido y llorando. Lo vimos todo, desde su ruptura, como Estados Unidos le había dicho que lo estuvo engañando, cada palabra la escuchamos y hasta juro haber podido oír el corazón del menor quebrarse. Dentro del bar esperamos lo suficiente para que el mexicano se embriagara por cuenta propia, después de todo, éramos conscientes de sus tendencias alcohólicas cuando pasaba por emociones fuertes al ser un país tan sentimental capaz de hacer lo que sea con tal de ignorarlas o ahogarlas en lo más profundo de sí para explotar después. Los shots en la cuenta fueron sumando uno tras otro al igual que las lágrimas que caían en la barra principal donde servían las bebidas, sus quejas y lamentos siendo callados por la música alta que ambientaba ese oscuro lugar, ¿y nosotros? pues nosotros estábamos escuchando a México desahogarse mientras hacíamos cara de desentendidos como si no hubiésemos visto con anterioridad las escenas ocurridas entre su ahora expareja y él. Unas bebidas más, una pastilla, algo de fuerza, y voluntad impulsada por un amor retorcido fue suficiente para llevarnos al extremo de adueñarnos del baño del lugar para realizar los actos más humillantes en alguien inocente y desafortunado como lo fue el latino.

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⏰ Última actualización: Jul 15 ⏰

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