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Jungkook se presentó ante su puerta con una maceta de fresias de colores y una sonrisa.

Agradecido, tomó la pequeña maceta y el agradable olor de las fresias llenó la estancia. Jimin se emocionó cuando sucedió así que una sonrisa se pintó en su rostro, pero fue ajeno a la ojos embelesados que lo miraban desde el otro extremo.

Con la belleza de aquel olor, combinado con el aroma a pino del alfa, se sumergió en un estado de calma.

Le brindó a su invitado la más cálida hospitalidad y ninguno tardó en sentirse cómodo con la presencia del otro.

Jimin había preparado lasgna, acompañándola con un buen vino. Jungkook la disfrutó tanto que al terminar la cena juró sentirse un poco más rendido ante los múltiples encantos del omega.

Pero Jimin seguía completamente ajeno a esto. Trató a Jungkook con normalidad, con cariño y aprecio característicos de un amigo. Justo como trataría a Seokjin, o justo cómo trataba a aquel individuo que olía a jazmín antes de que le robara el corazón.

Alfa y omega hablaron de tenis y los últimos partidos, de comida italiana, de café, de sus últimas vacaciones, de su familia; Jimin habló de su papá, de lo difícil que era para él, para su madre y para su hermano mayor afrontar la situación, Jungkook habló de su padres, de los desacuerdos que han tenido y como a pesar de todo se mantenían unidos. Ambos rieron, escucharon y dieron comentarios desde lo profundo de su alma.

Disfrutaron la compañía.

Y para el final de la noche, cuando Jungkook se estaba despidiendo soltó algo que dejaría a Jimin despierto toda la noche:

—¿Te gustaron las fresias?

—Me encantaron, Jungkook. Muchas gracias, te prometo que las cuidaré bien —respondió con una sonrisa amable.

—Me alegro, estaba preocupado sobre si sería oportuno. En cuanto las vi sentí que eran perfectas, después de todo, tú y ellas comparten olor.

Y Jimin sintió su corazón lastimado detenerse.

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I know it won't work 𓂃༞ kmDonde viven las historias. Descúbrelo ahora