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«Déjala en la cama y vete», se decía a sí misma Becky.

Seguro que Freen confiaba en que hiciera justamente eso. Becky estaba gratificando al ser primitivo que había en ella llevándola en brazos. No era culpa suya que el roce de sus pechos acelerase su corazón, ni que su aliento fuera una caricia irresistible. Quería sentir el calor de sus labios y con cualquier otra persona no lo habría dudado, pero con Freen...

«Márchate y deja que descanse después de su éxito».

Becky se obligó a sí misma a dejarla suavemente sobre la cama, pero Freen no apartó los brazos de su cuello. La castaña miró su cara, seductoramente enmarcada por las ondas de cabello castaño sobre la almohada blanca. Estaba despierta, inflamando el deseo que intentaba contener, que ya no podía contener.

Cuando rozó sus labios no fue un beso suave. No fue un beso de buenas noches. Su boca cayó sobre los labios de Freen con una pasión abrasadora, el deseo contenido durante semanas empujándola a tomar todo lo que Freen pudiera darle.

Y la respuesta de la morena fue igualmente fiera, enredando los dedos en su pelo, sujetando su cabeza mientras aceptaba y devolvía su beso.

Becky ni siquiera fue consciente de cuándo se tumbó a su lado en la cama, pero la envolvió en sus brazos y sintió que Freen le pasaba una pierna por encima. Se besaron con una locura enfebrecida que consumía cualquier pensamiento racional.

—Quítate la ropa —dijo Becky con voz ronca, apartándose un momento para buscar aire, su mano bajo la blusa para desabrochar el sujetador de la morena.

—Tú también —respondió ella.

Se lo quitaron todo, tirando cada prenda descartada al suelo, la necesidad de verse libres de barreras sin dejar sitio para las inhibiciones. Luego volvieron a abrazarse, piel con piel, las suaves curvas de Freen moldeándose contra el cuerpo de Becky.

Tan pronto como pudo, Becky comenzó a besarla de nuevo mientras sus manos recorrían su cuerpo hasta posarse en uno de sus pechos. Lentamente, fue dejando un rastro de besos húmedos por la mandíbula, el cuello y la clavícula de Freen hasta llegar a sus pechos. Chupó y lamió su pezón derecho mientras masajeaba el izquierdo. Unos minutos después, su boca abandonó el maltratado pecho derecho para centrar su atención en el izquierdo.

Freen dejó caer su cabeza hacia atrás e incapaz de aguantar tanto placer, comenzó a mover sus caderas para sentir como el duro miembro de Becky rozaba su sexo.

—Becky...

Su nombre salió en forma de quejido de los labios de la morena. Freen estaba lista para ella. Húmeda y caliente.

Becky volvió a besarla mientras, con cuidado, agarró su erección y se hundió dentro de ella, disfrutando al sentir cómo el sexo de Freen se apretaba a su alrededor. Cuando por fin estuvo totalmente dentro de ella, ambas soltaron un sonoro gemido. Freen rodeo el cuello de Becky con sus brazos mientras la castaña empezaba a salir y entrar de ella con un suave movimiento de sus caderas.

—¡Ah, Becky...!

Los gemidos de Freen no hacían más que excitar cada vez más a Becky, que por todos los medios trataba de no ser demasiado brusca con sus movimientos, pero era difícil controlarse cuando había deseado tener así a la morena durante tanto tiempo.

Después de un momento, Freen envolvió sus piernas alrededor de la cintura de Becky, levantándose y arqueándose un poco para recibirla mejor, e incitando a la castaña a que fuera más rápido y llegara a lo más profundo de su ser.

Sin perder tiempo, Becky aumentaba el ritmo de sus envestidas, chocando con fuerza contra el delgado cuerpo de Freen, mientras besaba su cuello e iba en busca de sus labios y ambas se fundían en un apasionado beso.

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