6

4K 406 2
                                    

Becky estaba en el salón de su apartamento, observando al Queen Mary II entrar majestuosamente en el puerto de Sídney. Iba acompañado por una flotilla de barcos que parecían diminutos comparados con la enorme embarcación. Un espectáculo increíble que atraería a miles de espectadores en aquella nueva visita del Queen Mary a Sídney.

Entonces pensó en otra visita, una que esperaba que fuese más satisfactoria para ella.

Habían pasado dos semanas desde que firmó el contrato con Freen y ella no la había llamado para pedirle consejo sobre nada. Tenía el número de su móvil, pero no lo había usado una sola vez. ¿Estaría intentando demostrar que era capaz de hacer su trabajo sin ayuda o era una forma de mantenerla a distancia?

Lady Christine habría hecho lo posible por envenenarla contra ella, pero la viuda de su padre se había ido de la finca de Yarramalong aquel mismo día. No podía soportar quedarse allí cuando sir Marco ya no estaba, les había dicho a sus amigos. Ni una sola palabra sobre la orden de desahucio.

Desde entonces se alojaba en casa de unos amigos, haciendo el papel de doliente viuda y fingiendo que había dejado a Freen a cargo de la finca para salvar la cara.

Pero el silencio desde Yarramalong la molestaba. ¿Querría Freen mantenerla alejada de su vida todo lo posible? Le daba igual lo que lady Christine dijera o hiciera, mientras estuviera fuera de la película. Pero quería comprobar si Freen estaba de su lado realmente o jugando al juego de su madre.

Era hora de ponerse en contacto con ella, decidió, sonriendo cínicamente.

El deseo podía hacer que una persona perdiera la cabeza y Becky estaba decidida a no ser nunca la marioneta de nadie. El truco era controlar su deseo por Freen. Ser la dueña de su propio destino era la regla de oro en su vida y no pensaba cambiar.

De modo que se obligó a sí misma a esperar hasta la hora de la cena, pensando que Freen habría dejado de trabajar para entonces y estaría dispuesta a charlar un rato con ella.

Con una copa de vino en la mano, Becky se dejó caer sobre su sillón favorito y esperó mientras oía la señal de llamada, consciente de lo excitada que estaba y preguntándose si Freen habría pensado en ella durante los últimos quince días.

—¿Dígame?

—Hola, soy Rebecca Armstrong. Te llamo para saber cómo va todo.

—Ah, hola, Becky —Freen había tardado un segundo en contestar— ¿Tenía que darte un informe todas las semanas o algo así? No recuerdo que quedáramos en eso.

—No quedamos en eso. Pero he oído que lady Christine está en la ciudad... supongo que no habrá pasado por la finca.

—No creo que vuelva. Se llevó todas sus cosas.

—¿Te causó problemas, Freen?

Al otro lado de la línea hubo un suspiro.

—No quiero hablar de ello —dijo por fin— Los empleados que se han quedado en la finca saben que la situación ha cambiado. Estamos bien, no hay ningún problema.

Becky sonrió.

Evidentemente había habido problemas, pero Freen no se había rendido. Definitivamente, una mujer de carácter. Le gustaba eso. Podía añadir cierto picante a meterse en la cama con ella. Pero no creía que Freen diera el primer paso, de modo que ganar la batalla de almohadas sería aún más interesante.

—¿Piensas... venir a visitarnos pronto?

Ese titubeo reveló cierta aprensión sobre su presencia en la finca. Y Becky no quería que tuviese miedo de ella. Eso no era parte del plan. Sería mejor calmar sus miedos, posiblemente implantados por la venenosa lady Christine, antes de que se convirtieran en una barrera.

WeekendsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora