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CAMILLE Y HARRY NO se habían podido acercar tanto como hubieran querido durante días. Podían estar en la misma sala pero siempre en esquinas opuestas. Ella por lo general se la pasaba con las chicas, y a Harry no le había sorprendido ver lo rápido que pareció llevarse bien con Ginny, Luna y Hermione, no sabiendo lo agradable que era ella y lo capaz que era de llevar una buena conversación incluso con personas con personalidades completamente opuestas a la suya.

La señora Weasley había designado tareas para todos, demostrando que ni en las fiestas decembrinas se salvarían de hacer sus labores. Harry entendía que cuando la casa estaba repleta de gente había que esforzarse por mantener el orden, pero no entendía por qué sus tareas y las de Camille parecían nunca mezclarse.

Tenía tantas ganas de reclamarle a alguien, pero le daba mucha vergüenza hacerlo.

Fue más de lo mismo los siguientes días, y Harry ya no estaba soportando ver a Camille por las ventanas mientras a ella le tocaba ayudar en la cocina y a él limpiar la nieve de la entrada o verla del otro lado de la mesa durante la cena. En otro momento de su vida Harry estaba seguro de que a estas alturas se estuviera llenando la cabeza con idea de la razón por la que ya no se veían, sobre si no le gustaba él o no había disfrutado el beso, pero no sabía si era una repentina madurez la que se había apoderado de él o era que cuando se trataba de Camille era capaz de notar hasta los pequeños detalles, porque no pasaba desapercibida ninguna de las miradas que ella le lanzaba.

Harry podía estar haciendo cualquier actividad durante el día hasta que sentía la mirada de ella sobre él o debes en cuando ella bajaba las escaleras del brazo con Fleur y Gabrielle, las tres hablando en francés y soltando risitas antes de que ella lo mirará, pero lo mejor de esas miraditas que ella le lanzaba era cuando sus ojos hacían contacto y el rostro de la francesa se iluminaba en una sonrisa, a veces incluso lanzándole un guiñó que lo hacía sonrojar hasta las orejas y provocaba las risas burlonas de Ron y Hermione.

Pero los días estaban pasando y Harry no era muy paciente que digamos, así que había aprovechado una oportunidad en la que la señora Weasley estaba muy ocupada hablando con los padres de Fleur para escabullirse de sus labores y subir casi corriendo las escaleras para buscarla.

—¡Ay!

Camille casi cae al piso de no ser por una mano que la sujetó de la cintura. Ella se llevó una mano a la cabeza, sintiéndose medio atontada por el golpe, mientras se reía. Capaz parecía una desquiciada.

—¿Estás bien? —le preguntó él con cara de preocupación.

—Sí, sí, justo te estaba buscando —dijo ella.

Harry apenas podía concentrarse en lo que le decía, demasiado ocupado mirando como se veía ella con ese suéter rosa y el olor a fresas que flotaba en el aire cada vez que agitaba su cabello.

—¿Y? ¿Qué dices?

—¿Ah? —Harry parpadeó.

—Te estaba preguntando si quieres ir a patinar conmigo. Ginny me dijo que había un lago no muy lejos de aquí.

—Oh... ¡Oh, si, sí! Por supuesto que quiero ir.

Camille sonrió, bastante contenta con sus respuesta. Harry se dió cuenta de que incluso parecía aliviada de oír su respuesta, y él se preguntó internamente si podía existir alguien en el mundo que le dijera que no a Camille Chaput.

—¡Bien! ¿Nos vemos abajo en cinco minutos?

—Claro.

Camille apenas había escuchado su respuesta y fue corriendo a prepararse. Nunca se había sentido nerviosa por un chico y la sensación era tan extraña como emocionante.

𝐒𝐀𝐍𝐓𝐀 𝐓𝐄𝐋𝐋 𝐌𝐄  ✧  harry potter Donde viven las historias. Descúbrelo ahora