Heredero

13 5 0
                                    

4 años después de la derrota de Orochi

Todo es oscuro, vacío y siniestro como el cielo del mundo de los yokai cuando vi a Orochi la primera vez. Sus ojos de nuevo, rojos y penetrantes como la luna roja predicando el caos sobre el plano terrenal.
Desperté, abrí los ojos encontrándome en el recinto de Jin. Sus estantes de frascos con hierbas brindan el aroma relajante que necesitaba. Sin embargo, sigo sudando y respirando de forma agitada. El sentimiento de ansiedad cambió a uno de plenitud al notar que sigue siendo de noche; la luz lunar entraba como un velo suave a través de la ventana de papel. Jin está acostado a mi lado, ambos desnudos, rodeados del aura y sutil aroma de nuestra intimidad de anoche.

Sonreí con calma y acaricié algunos mechones detrás de su oreja, me incorporé en el camastro para descansar. Es costumbre que alce la mano para verificar mis temblores en los músculos, producto de la ansiedad que he estado viviendo, a pesar de que no derroto a tantos yokai con frecuencia y que Orochi esté acabado. Contemplé mi mano y se sacudió ligeramente, algo leve en comparación con el pasado

  —¿Otra pesadilla? —susurró Jin, adormilado—. Escuché cómo te acomodabas.

  —Sí... pero me pregunto por qué estoy sufriendo esos terrores si Orochi ya no es una amenaza — suspiré y peiné mi cabello sudoroso con la mano.

  —Es porque tu mente está acostumbrada al peligro inminente y al no haber una amenaza real, te pone a la defensiva "por si las dudas" —explicó y bostezó—. Solo respira como te estuve indicando.

Me volteé hacia él y lo abracé por la espalda para encontrar confort en su piel. Apoyé mi cara en su hombro y respiré hondo, sintiendo paz en mi espíritu. Antes de dormir, le susurré un amoroso "gracias" en su oído.

En mi nuevo día a día, el maestro Ozawa, Akira y yo nos dedicamos a entrenar a los nuevos samurái de la región; portan el símbolo de mi clan con orgullo y dedicación. Sigo trabajando en el Kabuki como músico detrás de escena o como un personaje si la historia lo requiere, también como actor ocasional, interpretando personajes femeninos de vez en cuando, ocasionando las risas de mi padre. De día soy samurái y purificador, en la noche trabajo en el teatro. Diría que no ha cambiado mucho en la prefectura y la situación general, la estatua regida a nosotros los purificadores sigue ahí y mis compañeros como yo somos reconocidos y alabados en el país. Es común que encuentre una que otra ofrenda en el pequeño templo que construyó mi padre y cartas de amenaza por mi supuesta culpa en algunas situaciones con los yokai.
Entré a mi casa y el ambiente era hogareño para mí; mi familia estaba compuesta por mi padre, a quien ya le empiezan a salir canas, y mi madrastra, pero sin la presencia de mi criada Aiko. Ella falleció hace un año por causas naturales; no obstante, aún siento su presencia en los pasillos, regañándome por cualquier cosa que haga y eso me hace sentir decaído y nostálgico.

¿Cómo se supone que voy a procesar su muerte si una persona llena de sentimientos, recuerdos y acciones se convierte en cenizas? En nada.

Dejando de lado el sentimiento de luto, mis peces Soya y Maki siguen sanos y llenos de energía; es más probable que yo me muera o me corrompa, antes de que la naturaleza apague sus vidas.
Además, mi relación con Jin sigue tan viva como la flor del loto; mi amor y pasión florecieron de tal manera que él acaba mordiendo la almohada casi a diario y abre su local después del mediodía debido al agotamiento. Pensaría que se quejaría, pero su sonrisa atolondrada cada vez que me mira luego de semejantes noches, lo dice todo. Akira y yo seguimos siendo amigos; entrenamos juntos y pasamos el tiempo acampando con su familia y la mía. Además, como tengo experiencia en teatro, sé aplicarme el maquillaje Kabuki y por lo tanto, ayudo a Momo a arreglarse en su forma humana. Por supuesto, sería un maquillaje sutil, no tan extravagante como el de mi trabajo.

Ojos de Yokai: Legado Omori Donde viven las historias. Descúbrelo ahora