CAPÍTULO 8

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De pronto suena en la noche los gritos abrumadores provenientes del pueblo.
La gente corría de un lado hacia el otro para alejarse del fuego que se apoderaba de sus propias casas.

En un abrir y cerrar de ojos, atendí el modo desesperado en el que un granjero liberaba a los caballos de sus respectivos establos. Estos galopaban a gran velocidad, escapando de las llamas que los amenazaban, sin embargo, algunos terminaron ardiendo en ellas.

Sostenía a Javern desde la cintura para que se mantuviera firme sobre el suelo. Tara se mostraba impactada y en sus ojos se alcazaba a observar unas pequeñas lágrimas acomuladas. Me pareció extraña su actitud, apenas estuvo tres días en Boucro y ya se había encariñado con el lugar; o tal vez le impresionó ver tanto desastre inhumano.

Al instante, tres aviones de combate aparecieron en el cielo, dieron un par de vueltas y después lanzaron unas bombas que terminaron estallando encima de algunas casas.

—¡Tenemos que irnos, ya! —expresé mientras me apegaba hacia el morocho para sujetarlo con más fuerza.

—¡Síganme! —Tara comenzó a correr por delante. El peso del cuerpo de Javern me dificultaba moverme con rápidez y, poco a poco, la china se fue alejando de nosotros. Intenté llamarla pero el ruido grave que producían los aviones opacaba mi voz, haciendola inexistente.

Las piernas me flaqueaban y enseguida perdí la resistencia. Tuve que detenerme a descansar debajo del techo de una casa. Apoyé mi espalda sobre la pared exterior y suspiré profundamente. Javern estaba al lado mío, examinando el caos de nuestro alrededor.

—Escucha, Jo, tienes que irte.

—No seas tonto —solté bastante agitada—. Tú sabes que no te voy a dejar, así que no insistas.

—No puedes resistir mi peso y el tuyo a la misma vez. Tienes que avanzar; yo seguiré aparte.

—No, Javern, basta —lo sujeté de la cintura y empezé a caminar para evitar la conversación.

Justo cuando nos apartamos de la casa, una bomba colisionó en ella por detrás de nuestras espaldas, lo que ocasionó que ambos cayeramos al suelo. Una parte de la llama nos alcanzó y mi remera comenzó a incendiarse. Me la saqué lo más rápido que pude mientras sentía como el fuego quemaba mi piel; de no ser por mi brasier, mis pechos estarían al descubierto.

En un santiamén, noté que un avión de combate se apresuraba hacia nuestra dirección. Aún teniendo los brazos lesionados, arrastré a Javern por arriba de la tierra carbonizada para alejarlo de aquel luegar, y él colaboraba desplazandose con ayuda de sus piernas.
Cada tanto me desplomaba al suelo, aunque continuaba poniendome de pie.

El avión ya se estaba acercando. Dos puertas ubicadas en la parte inferior de la aeronave se abrieron, dejando a la vista una gran bomba de guerra. Me encontraba llegando a la orilla del bosque cuando este ya estaba por encima de nosotros. Lanzé mi cuerpo sobre la tierra perdurando boca a bajo para resistir la explosión, al igual que Javern.

La detonación acabó produciendo un temblor notable sobre la tierra e iluminó todo el lugar con su fuego.
A pesar de todo, Javern y yo seguíamos con vida.

—Después de esto vas a besarme el trasero —bromeé mientras lo ayudaba a levantarse.

—Ahora los dos estamos lastimados. Debiste dejarme atrás —contestó tras tocar la herida doliente de su abdomen.

—Ya estarías muerto.

Ambos caminamos hacia el bosque, esquivando los altos árboles para alejarnos de Boucro. A medida que nos ibamos distanciando de casa, la arboleada se iba oscureciendo. No obstante, las explosiones se seguían escuchando a pesar de que estabamos bastante lejos.

Ocultos en el Bosque Donde viven las historias. Descúbrelo ahora