Capítulo 3

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La secundaria Karasuno había sido reconocida hacia unos años atrás por un estudiante de baja estatura que llegó a los nacionales de voleibol junto a su equipo destacando por su enorme habilidad a pesar de su estatura y de las burlas que otros podrían lanzar sobre él, siendo una inspiración que aumentó el vuelo de los cuervos con mucha más intensidad, generando una llamada dentro de jugadores y aficionados. Pero dicha época había desaparecido y como si fuera un manga de deportes, el equipo del Karasuno jamás volvió a estar dentro de los nacionales ni obtener algún logro sumamente importante para la escuela o para que las personas pudieran poner un ojo sobre los jugadores de la secundaria Karasuno, siendo simplemente unos jugadores del montón que dejaron ir su oportunidad hacía algunos años, en su época dorada.

Esto solía pasar con diversos equipos, incluso profesionales, llamando a esos momentos una crisis que debían solventar. Pero los equipos profesionales contaban con dinero que pudiera comprar jugadores con los que reforzar su equipo, con los que mejorarlos hasta cierto punto o volver a iniciar de nuevo con una plantilla completamente nueva. No era el caso de los institutos de secundaria, donde los jugadores provenían de los estudiantes ingresados o de becas otorgadas por la misma escuela. Y el Karasuno no contaba con el poder financiero para otorgar becas deportivas a sus estudiantes y atraer a buenos jugadores. Ni siquiera contaban con logros importantes con los que llamar la atención de estos jugadores y poder optar a una oportunidad por los nacionales. Y, sin embargo, la diosa de la Fortuna parecía haber sonreído al Karasuno con un ingreso de última hora y un nombre escrito en dicho formulario de inscripción que pronto llegó a las manos del equipo del Karasuno.

Daichi Sawamura era el actual capitán del Karasuno y había estado en el equipo por tres años, siendo actualmente un jugador de tercero que se mantenía activo dentro del equipo a pesar de los recientes problemas y pasados que estaba acarreando como capitán y como miembro del equipo lastimado, siendo más conocidos por los Cuervos Heridos que por aquellos Cuervos que Alzan las Alas y Vuelan.

―Esto...es ese chico.

Los ojos oscuros de Daichi estaban puestos sobre la fotografía del impreso de inscripción para el equipo de voleibol. Había recibido recientemente un total de cuatro, contando el de Kageyama de la Daiichi y del chico pequeño que jugó contra ellos. Pero en ningún momento esperó una solicitud de un chico como el que parecía que tendrían dentro del equipo.

―¿Qué pasa, Daichi?

Koshi Sugawara era el colocador del equipo del Karasuno y, como Daichi, era un estudiante de tercer año de la secundaria, siendo aquel su último año como miembro del equipo de voleibol.

―¡Este año podemos tener una oportunidad!

Los ojos del capitán del equipo brillaron con una intensidad impropia, segundo la opinión de Sugawara, quien miró por el hombro a la hoja que sujetaba su compañero. La fotografía de un chico estaba sujeta por un clip. Parecía un chico agradable, con unos ojos realmente brillantes en su rostro, como dos enormes zafiros relucientes que no se apagaban.

―¿Es otro candidato?

―¡No!―Daichi no iba a tomarle una prueba. A él, no le tomaría ninguna prueba―. Es un miembro del equipo de pleno derecho. No tendrá una prueba como Hinata o Kageyama y los otros chicos. ¿No lo viste jugar en el torneo donde Kageyama y la Daiichi perdieron contra un equipo no conocido? Este es el As de ese equipo. ¡Y tiene un poder físico abrumador!

El enfrentamiento entre la Kitagawa Daiichi y el Konoha fue un enfrentamiento que merecía la pena volver a ver, incluso si ya había pasado un año de dicho duelo entre los equipos de voleibol. Y Daichi debía reconocer que los jugadores del Konoha demostraron cosas que no creyó ver en jugadores novatos o jugadores de preparatoria. ¿Cómo lograron realizar jugadas coordinadas? ¿Cómo el armador y el as se movían tan sincronizados como si fueran la misma persona? Incluso los saques de cada miembro del equipo parecían ser bombazos que soltaban contra la pista en todo momento, forzando al Kitagawa a seguirles el ritmo, por lo que obligaban a Kageyama a apretar el suyo. Y pocos jugadores eran capaces de ver los puntos débiles de un equipo rival y hacerlos suyos para la victoria, como lo hizo el chico que iba a ir a Karasuno aquel año.

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