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Transcurrieron los siete días y en la mente de Adeline resonaba la palabra "hogar", un refugio al que acudir en soledad, desorientación, tristeza o enojo. Mientras para la mayoría, el hogar era una estructura con paredes y techo, iluminada por la tenue luz de velas o antorchas, junto a la familia, para Adeline era diferente. Su hogar era bajo un árbol de cerezo aparentemente común, pero especial para ella. Al sentarse debajo, sus pétalos la abrazaban, compartiendo la visión del cielo en su máximo esplendor, desde el ocaso hasta el amanecer. Ese era su santuario, su hogar.

Ahora, caminaba con su hermana en brazos, lista para embarcar en el barco y abandonar ese lugar único. En su travesía, notó una multitud que la rodeaba. Sus mejillas se tiñeron de un rosa como su cabello, una gota de sudor perlando su frente. ¿Por qué la miraban así?

—¡Serás una leyenda por aquí, Adeline!

La voz llegó desde lejos, y entonces comprendió: era la primera vez en Cere que alguien se aventuraba a realizar el Examen de Cazador.

Y tenía sentido: era un pueblo pequeño, carente de electricidad, la única distinción era su apariencia como una nube rosada en la distancia, cortesía de los árboles. A pesar de considerarse débiles, los habitantes irradiaban amabilidad y respeto. Adeline, a lo largo de los años, nunca había encontrado maldad entre ellos. Vivir en ese lugar la llenaba de orgullo, siendo testigo de la belleza y la bondad que persistían en cada rincón de su hogar rosado.

Con firmeza, Adeline se preguntó dónde se encontraba el barco que debía abordar. Sin embargo, una ráfaga de aire hizo que levantara la cabeza y se sorprendiera al ver un imponente avión de metal, lo suficientemente grande como para albergar a todos los participantes. Aunque no esperaba precisamente un avión, se apartó un poco y aguardó con paciencia a que la aeronave descendiera lo suficiente para permitirle subir a bordo.

—Como una algodón... —susurró alguien.

Adeline alzó la mirada y se topó con la presencia de un joven algo mayor que ella, considerablemente más alto. Su cabello desordenado y a la vista esponjoso, era de un rubio suave que resaltaba sus ojos turquesa, un color cautivador. Ante esta curiosa combinación, Adeline no pudo contener una risita, encontrando encanto en la apariencia peculiar y tierna del joven.

El chico se aclaró la garganta, evidenciando una leve vergüenza al percatarse de su susurro inadvertido. Luego, extendió una mano hacia Adeline, quien entregó a Ima antes de subir por su cuenta al interior del oscuro avión.

𝗦𝗧𝗔𝗥𝗦 ☆ 𝐡𝐮𝐧𝐭𝐞𝐫𝐱𝐡𝐮𝐧𝐭𝐞𝐫Donde viven las historias. Descúbrelo ahora