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Yo nunca fui uno de esos chicos que creen en el amor puro e incondicional; me bastaba con un amor práctico pero eficiente. Es decir, no buscaba un príncipe azul que me regalara flores solo porque sí, por el placer de hacerlo; me conformaba con que lo hiciese el día de mi cumpleaños o en San Valentín. Nunca anhelé tener esa clase de sexo brutal que te sacude y te deja aletargado; aceptaba hacerlo una o dos veces a la semana, normalmente con Jeonghan encima de mí y sin apenas detenernos en preliminares a la que él parecía tenerle alergia. Y no, tampoco le exigía que fuese especialmente atento o detallista; era suficiente con que fuese «él mismo» y me diese un par de arrumacos por las noches al sentarnos juntos en el sofá con la televisión encendida de fondo y un cuenco de palomitas cerca.
Por suerte, más allá de los regalos, el sexo o la atención, Jeonghan tenía otras virtudes. Por ejemplo, era muy sociable; el tipo de novio que podías llevar cogido del brazo a cualquier reunión de amigos o de trabajo a sabiendas de que caería bien a todo el mundo y se integraría en el grupo en menos de lo que dura un pestañeo. Además, se le daba fenomenal la cocina, era sumamente ordenado y prefería ver un partido de tenis antes que uno de béisbol o fútbol. Tenía una nariz que esperaba que heredasen nuestros futuros hijos. Le gustaban los pepinillos en vinagre, la música jazz y cantar en la ducha cuando tenía un buen día. Y sí, Jeonghan me era infiel.
Tan infiel como el protagonista malvado de la última telenovela a la que me había enganchado, con la diferencia de que a Manuel Hilario Peñalver todavía no lo había pillado Lupita de la Vega Montalván con las manos en la masa, mientras que a Jeonghan lo había encontrado hacía un año y medio en nuestra cama con una rubia entre las sábanas.
—¿Hyungwon? ¿Tienes un momento?
Dejé de divagar y de abrir viejas heridas del pasado al escuchar la severa voz de mi jefe al otro lado de la puerta. Me alisé la impecable camisa blanca que vestía y me esforcé por mostrar la mejor de las sonrisas.
Juwon entró con paso decidido y acomodó su prominente trasero en la silla vacía que había enfrente de mi escritorio. Luego depositó en la mesa una carpeta de cartón blando con el logotipo azul del bufete de abogados donde trabajaba y las letras que trazaban «Gaon&Ss» justo debajo. Se toqueteó el poblado bigote.
—Tengo un nuevo caso para ti —anunció.
Juwon rondaba los cincuenta años, pero algunas canas ya rompían la monotonía de su cabello oscuro. Y no, no se parecía en nada a DakHo ; la única semejanza que mi jefe guardaba con él era que ambos tenían pene.
—¿De qué se trata? —pregunté mientras alineaba (todavía mejor de lo que ya estaban) los bolígrafos de tres colores que siempre tenía sobre la mesa: uno negro, otro azul y, por último, el siempre eficiente rojo, al que por supuesto le quedaba menos tinta que a sus fieles compañeros.
—Un divorcio.
Sentí un incómodo tirón en el estómago.
—¡Oh, no, Juwon! Sabes lo mucho que odio ocuparme de ese tipo de asuntos...
—Es un caso importante y te lo delegué oficialmente hace un par de semanas —me cortó en tono seco, dejando claro que mis protestas caerían en saco roto—. Vamos a comisión, así que podemos sacar un buen pellizco, Hyungwon. Y para eso necesito a él mejor. Y tú eres él mejor.
Suspiré hondo, ablandándome un poco ante la orgullosa sonrisa que me dedicó. Aunque a veces era un hombre algo irascible que carecía de tacto, en el fondo le guardaba cariño. En cierto modo, él había creado la sólida figura de «Hyungwon, él abogado invencible». Él era mi Geppetto y yo, su Pinocho. Para corroborarlo, solía decir de mí que era su marioneta preferida, y nunca tenía demasiado claro si debía tomarme su comentario como un halago o como un insulto.
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Tal Vez Tú_adaptación-2WON
FanfictionUn futuro planificado. Un abogado seductor y canalla. ¿Conseguirá Hyungwon retomar las riendas de su vida? Adaptación 2Won