4.- Conociendo al diablo

29 6 2
                                    

🗒️

Tal como había previsto, no ocurrió nada interesante durante mi fin de semana, así que avancé hasta el capítulo ciento veintiuno de la telenovela. Cuando llegó el domingo, me había transformado en la peor versión de mí mismo; mi pelo era un revoltijo y tenía restos de patatas fritas de bolsa en el pantalón del pijama. Al levantarme del sofá, las migajas cayeron al suelo.

Sonreí. «¡Bien, ya tenía algo que hacer! ¡Barrer!»

Cuando el lunes acudí a la oficina, seguramente era la única persona de todo el edificio que se alegraba de estar allí. El trabajo era mi tabla de salvación. En mi vida personal habían cambiado cosas (Jeonghan no estaba, Kihyun se había mudado a Jeju...), pero en mi trabajo todo continuaba estando en orden. Allí era el único lugar en el que seguía sintiéndome perfecto.

Antes de que pudiese llegar a mi despacho, Juwon me cogió del codo.

—Hyungwon, ¿tienes un momento?

—Claro.

—Hoy es la reunión, ¿estás preparado?

—¡Por supuesto que sí! Siempre lo estoy —contesté ofendido, luego suavicé el tono—. Oye, sé que te preocupa este caso, pero, créeme, todo irá bien.

—Eso espero... —musitó serio, toqueteándose el bigote con sus dedos regordetes. Miró el reloj que llevaba en la muñeca izquierda—. Quedan veinte minutos. Y reza para que la señorita Minha no llegue tarde.

Negué con la cabeza y puse los ojos en blanco mientras le repetía que todo iría bien.

Apuré los últimos minutos que me quedaban organizando mi maletín para tener todos los papeles a mano, antes de salir del despacho con antelación y dirigirme con paso firme hacia el pasillo principal de la oficina, en la segunda planta, donde se encontraban las salas de reuniones. Mis tacones repiqueteaban contra el suelo. Cuando llegué a mi destino, y llevando a cuestas la mejor de mis sonrisas, abrí la puerta con decisión.

Bien. Al parecer, a ellos también les gustaba la puntualidad. Tirado de mala manera sobre una de las sillas, con el móvil en la mano, estaba el famoso Lee DongMin. Parecía cansado, como si se hubiese pasado la noche de juerga. Todo lo contrario a su abogado, que, de espaldas a mí y vestido con un elegante traje de color azul oscuro, contemplaba los altos edificios de la ciudad de Seúl a través de la ventana.

—Buenos días —saludé y luego carraspeé con suavidad para llamar la atención de ambos—. Me llamo Chae Hyungwon.

DongMin fingió que no me oía y siguió tecleando a un ritmo frenético en su teléfono móvil. Sin embargo, su abogado emitió una risita instantes antes de girarse y clavar sus penetrantes ojos grises en mí.

Hacía mucho tiempo que no me temblaban las piernas, pero acababa de romper mi récord personal. El «Wonho-debería-ser-ilegal» con el que había tonteado en el Greenhouse Club estaba allí, de pie, mirándome sin dejar de sonreír. Dio un paso al frente con decisión y me tendió la mano antes de que pudiese empezar a asimilar la situación.

—Encantado de conocerte. Me llamo Hoseok—hizo una pausa—, Lee Hoseok. —Se presentó como si fuese el puto James Bond.

Mis dedos estrecharon los suyos de forma automática; su piel era tan cálida como recordaba. Retrocedí al soltarlo y me esforcé por continuar sonriendo. Era evidente que a él no le sorprendía mi presencia, así que formulé mentalmente tres teorías probables:

¿Era todo una broma organizada por los compañeros de la oficina?

¿Estarían desternillándose de risa en la sala central?

Tal Vez Tú_adaptación-2WONDonde viven las historias. Descúbrelo ahora