5.-Mierdas de princesa

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🥊


Ya casi había olvidado la vibrante sensación que me sacudía el cuerpo en cuanto pisaba el pulido suelo del gimnasio, aunque tras meses de nula actividad física me sentía un poco inseguro. Aun así, me obligué a entrar. En cuanto me vio, Taeha dejó lo que estaba haciendo (indicarle a Woonbin que diese los golpes más bajos) y alzó una mano en alto a modo de saludo.

—Vaya, vaya, mira quién se ha dignado a volver por aquí...

—Lo necesitaba. Exceso de energía, ya sabes.

Sonreí y Taeha correspondió el gesto antes de agacharse para coger unos guantes y dármelos.

—Siempre eres bienvenido. Y ahora, ¡venga, mueve el culo! ¡Ve a prepararte!

Me dirigí a la zona de los vestuarios con una sensación cálida en el pecho. Nunca debería haber dejado los entrenamientos. Taeha era duro, sí, y a veces también un poco inflexible y testarudo, pero conseguía sacar lo peor de mí. Y eso era bueno. Sacarlo y dejarlo ahí, entre esas cuatro paredes, para no tener que llevármelo a casa y torturarme mentalmente durante horas.

Él había sido mi mejor aliado cuando mi compromiso con Jeonghan se rompió. Taeha tenía mi misma edad, veintinueve años, y era simpático y extrovertido. El primer día que entré en el gimnasio, tras ver un anuncio pegado al poste de una farola, me miró como si fuese una mota de polvo en la suela de su zapatilla. Pero sus reparos se esfumaron en cuanto descubrió que se enfrentaba a un hombre despechado, furioso y con tal cantidad de rabia acumulada que fue un milagro que no me provocase una úlcera.

Lo dejé salir todo dentro del ring de boxeo. Cuando entrenaba, hablaba por los codos. Me di cuenta de que, si expresaba en voz alta lo que sentía, la ira fluía con más intensidad, como si al vestir con palabras los sentimientos, estos se volviesen más reales. Así que, conforme fueron pasando los días, Taeha terminó enterándose de todo lo ocurrido con Jeonghan. De hecho, en ocasiones lo utilizaba para enfurecerme si algún día estaba más decaída o sin ganas de entrenar. Mientras sujetaba el saco, preguntaba cosas como: «Después de cancelar tu boda, ¿no tienes la sensación de haber tirado a la basura los últimos ocho años de tu vida saliendo con ese imbécil?».

Seguro que estan pensando que Taeha era un cabrón de primera, pero no, no es el caso. Él había llegado a conocerme lo suficiente como para saber qué teclas podía tocar y también en qué momento era mejor aflojar las riendas y darme un respiro. No solo se había convertido en mi entrenador preferido, sino también en un confidente, un amigo. Pero, por desgracia, cuando el tiempo fue curando las heridas, dejé de ir con asiduidad. Y ahora hacía casi dos meses que no pisaba el gimnasio.

Tras cambiarme, regresé a la sala principal y observé a Woonbin golpear con fuerza un pequeño punching. Taeha ya estaba esperándome con cierta impaciencia en el otro extremo del gimnasio, al lado de un enorme saco de boxeo.

Me acerqué mientras me colocaba bien los guantes sobre el vendaje y suspiré hondo. Estaba inquieto e inseguro. Taeha me sonrió con suficiencia.

—Me pregunto qué será lo que te ha traído de vuelta a mi humilde gimnasio... ¡No jodas que has tenido noticias de Jeonghan! —exclamó como la cotilla de barrio que era.

Sin previo aviso, di el primer golpe. Y lo di mal, haciéndome daño en los nudillos. La risa de Taeha retumbó en las paredes del gimnasio.

—¡Por favor, Hyungwon, concéntrate! Me estás avergonzado. ¿Desde cuándo golpeas como alguien que teme partirse una uña?

Gruñí y di un golpe más. A pesar de mis esfuerzos, era evidente que ya no estaba en forma y eso me enfureció.

—¡No tiene nada que ver con Jeonghan! —grité sin dejar de propinarle puñetazos al saco que Taeha sujetaba—. ¡Es otro tío! ¡Otro tío igual de idiota!

Tal Vez Tú_adaptación-2WONDonde viven las historias. Descúbrelo ahora