Capitulo 12

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Me pasé la semana siguiente mirando la puerta de casa, el teléfono y la ventana por si acaso JungKook decidía enviarme una paloma mensajera. Pero eso no sucedió.

Finalmente me había resignado al hecho de que realmente había hecho su elección. Y como mi idiota me había prometido que respetaría cualquier elección que él hiciera, parecía que no me quedaban opciones.

Se había ido. Y tuve que dejarlo ir.

—¿Qué pasa? —Respondí cuando JiSoo me llamó el domingo siguiente por la mañana.

—En realidad nada —dijo—. Sólo quería saber cómo estabas. No te había visto desde que vomitaba a tu lado en el lavabo del hotel, así que pensé que debía asegurarme de que seguías vivo.

—Sí. —Me reí al recordar la pesadilla que había sido aquel día. No hay una puta resaca como la del champán—. No, estoy bien.

Y lo estaba. Quiero decir, sí, apestaba que no iba a conseguir mi felices para siempre con JungKook, pero yo era un superviviente. También sobreviviría a esto.

Llamaron a la puerta, haciéndome sobresaltar.

—¿Estás aquí? —Le pregunté, caminando hacia el vestíbulo.

—No —respondió ella—. Estoy en casa, ¿por qué?

—Espera. —Abrí la puerta y casi lloré de alivio cuando vi a JungKook de pie en mi porche con ropa de calle. Los vaqueros desgastados se le pegaban a los muslos y la camiseta negra le cubría el pecho y los bíceps. Llevaba el pelo más largo de lo que recordaba y parecía como si apenas se hubiera pasado una mano por él para intentar domarlo.

—Tengo que irme —dije, colgando el teléfono y dejándolo caer sobre la mesa junto a la puerta.

JungKook y yo nos miramos durante un minuto, sin decir nada. Pero su mirada me dijo todo lo que necesitaba saber.

Me empujó contra la pared y cerró la puerta de una patada mientras se abalanzaba sobre mí y su boca se deleitaba con la mía. Labios, lenguas y dientes se entrechocaban mientras nuestras manos recorrían el cuerpo del otro, rasgando y desgarrando sus ropas.

Me separé de la pared, pero me negué a romper el beso mientras le rodeaba la cintura con el brazo y tiraba de él hacia el dormitorio, mientras nos quitábamos los zapatos, los calcetines y los cinturones de las hebillas, dejándolos caer al suelo mientras avanzábamos juntos por el apartamento.

Al final tuvimos que separarnos para quitarnos las camisas, pero entonces volvimos a besarnos y me sentí como... como siempre pensé que debía sentirme cuando estaba en casa.

Mis pantorrillas chocaron con el colchón y tiré de JungKook hacia abajo conmigo, su cuerpo me aplastaba bajo su peso, pero no me importaba. No quería que dejara de tocarme nunca más.

Nos movimos el tiempo suficiente para quitarnos también los pantalones y luego volvimos a chocar, como si ninguno de los dos pudiera soportar la idea de no tocarse.

Sus caderas se hundieron entre mis muslos y me incliné hacia él, necesitando sentirlo duro contra mi culo.

—¿Tienes...?

—Cierra la puta boca —siseé, saliéndome de debajo de él para rebuscar en mi mesita de noche y coger un tubo de lubricante antes de volver a meterme debajo de su cuerpo.

Me arrancó el tubo de la mano y lo abrió, untándose los dedos antes de meter la mano entre nuestros cuerpos. Sus labios se pegaron a los míos mientras me metía dos dedos con fuerza, haciéndome gritar de sorpresa en su boca, pero él no se echó atrás.

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