La Gran Casa

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Los humanos saben que no hay que salir de noche, las noches es el momento en el que más peligro corrían.

Durante los días podrían hacer sus vidas tan normales como podían. Trabajar, ir a la escuela, al parque, al cine, a cualquier lugar que desearan, pero una vez llegado el atardecer, debían correr a sus hogares o a algún refugio para estar ahí hasta que saliera el Sol. Porque una vez que la Luna aparecía en el cielo, los vampiros salían.

Los vampiros eran la especie dominante, quienes se encargaban de todo en esa ciudad, eran los gobernantes de esas tierras. Los mandatario más altos, políticos, líderes, eran ellos quienes estaban al poder.

Ellos, por más crueles qué parecieran, dejaban a los humanos tener sus vidas tranquilas, pero con una sola regla.

No salir de noche.

Salir de noche era básicamente una carta de suicidio en el mejor de los casos.

Un humano podría ser atrapado por algún cazador y solo se sabría de ellos porque los vampiros estaban obligados a dar la información del humano al qué se comieron. Cruel, pero al menos así se sabía el destino del pobre humano, porque de otro modo…

Si un humano no era capturado por un cazador o era devorado por algún vampiro cotidiano hambriento, entonces su destino era ser atrapado por un recolector.

Los recolectores eran vampiros trabajando para la Federación, una organización encargada de controlar básicamente todo, la seguridad esta controlada por ellos, tienen miembros en la política, incluso parte del entretenimiento esta a su cargo. Pero su mayor pecado, son las subastas de humanos.

Una vez que un recolector atrapaba algún humana, este sería remitido a La Gran Casa. Una edificación en lo alto de una colina, los humanos eran encerrados ahí y sus familias jamás sabrían nada de ellos nunca más.

Los humanos ahí eran vueltos mercancía que serian vendidos en subastas especiales donde los vampiros de mayor poder adquisitivo ofertaban por ellos y eran vendidos sin culpa alguna. ¿Vendidos para qué?

Bueno, las mayor parte era para tenerlos como sirvientes, tenerlos como servidumbre en sus hogares, limpiando, cocinando, lavando, cualquier quehacer era destinado a quienes pudieran pagarlo.

Otros eran comprados por vampiros de negocios, los compraban para ser trabajadores permanentes. Quizás el peor de esos trabajos era el burdel.

Algunos eran comprados directamente para ser comidos.

Y unos más, eran comprados para ser mascotas, viles mascotas, se les arrancaba la humanidad para volverse algo que presumir frente a otros vampiros en reuniones nocturnas.

Y ahí mismo, a La Gran Casa, era a donde Cellbit estaba siendo enviado por ese estúpido vampiro.

—¡Suéltame! —Gritó Cellbit, tratando de forcejear con el murciélago que lo secuestraba.

Pero era inútil, estaban muy lejos y era muy tarde, aunque Cellbit se lograra liberar, tendría que esconderse hasta que el Sol saliera y así encontrar el camino de vuelta a su hogar, sería demasiado complicado. Aunque tampoco quería seguir dirigiéndose a la Gran Casa.

Pero aun así quería seguir peleando con ese estúpido vampiro.

—¡Déjame ir, pedazo de mierda! —Volvió a gritar mientras se movía bastante.

—Bien —Fue la sorpresiva respuesta del vampiro.

—Espera, no —Dijo y entonces el vampiro lo soltó, dejándolo caer.

Cellbit no pudo evitar gritar mientras caía, pensando que su cuerpo se volvería papilla al caer en el piso, pero la caída fue mucho más corta de lo que pensaba. Fue un buen golpe, cayó en el suelo de asfalto y rodó por el suelo un par de veces hasta detenerse.

𝕾𝖚𝖘𝖚𝖗𝖗𝖔𝖘 𝕰𝖓 𝕷𝖆𝖘 𝕾𝖔𝖒𝖇𝖗𝖆𝖘Donde viven las historias. Descúbrelo ahora