Capítulo 2: No

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Las horas pasaron lentamente frente a los ojos del moreno, era cansado estar viendo por milésima vez una misma cosa y esperar a que quizás haya un minúsculo cambio, una fatiga visual terrible.

—Si sigo así tendré que usar lentes... —murmuró para sus adentros.

Miró a la criatura que se mantenía quieta sobre el mesón, sujetada de las 6 patas traseras y solo permitiendo que 2 de las delanteras tengan algo de movilidad, al ser tan grande como una palma abierta de un hombre adulto, se tenían que tomar aquellas medidas, sin mencionar los guantes reforzados que estaba usando el genetista. Sintió lástima al momento de verla juntar sus patas y crear un sonido muy similar a un ronroneo.

La conocía, la crio, inyectó y estudió desde el primer momento en que salió del huevo, fue la única ejemplar de las tarántulas Goliat que logró sobrevivir a todas las pruebas. Entonces cuando la escuchaba hacer ruidos era porque esta quería comunicación con el único ser vivo aparte de ella en esa habitación, Aaron estaba en otro cuarto dando los informes, aunque Arianna lo detestaba.

—Si te dejo caminar, promete que no me picarás —comentó susurrando.

Sabía que no era casi nada probable que el insecto lo entendiera, pero le gustaba verlo como si fuera un juego entre los dos, jamás se habían lastimado y se veían muy seguido, entonces existía algo parecido a la confianza.

La tarántula lo quedó observando fijamente y levantó una de sus gruesas patas, Miguel supuso que fue un sí.

A los costados del mesón en dónde ella se encontraba, habían varios botones a los filos, rojos, naranjas, negros. Todos tenían una función y él apretó el naranja, a continuación los pequeños pedazos de metal que la sostenían se separaron de manera unísona y en menos de 1 segundo ya estaba sin sus ataduras.

Tanteó la zona con cautela, asegurándose de estar completamente segura al momento de caminar por allí, dio unos pocos pasos y entonces comenzó a correr.

—¡Cristo! —murmuró al verla correr por toda la habitación sellada.

Fue la impresión la que lo hizo reaccionar de manera brusca, ya que no se asustó, se apartó y la dejó corretear, igual no habría ningún tipo de escape.

—Arianna, sé que te quieres ir, pero sabes las reglas, o algo así —La siguió a paso lento, por cada 10 de ella él daba 2.

—Lo máximo que puedo hacer por ti es dejarte explorar por milésima vez esta parte del laboratorio.

El octópodo pasó mucho tiempo escalando y viendo si habría la casualidad de una abertura en pleno metal, no tardó en rendirse e ir a los pies del humano.

—No te pongas así, quizás cuando terminemos contigo pueda persuadir a mi jefe para construirte un santuario mucho más amplio.

Sintió cómo la criatura de 4 pulgadas subía por su pantalón y escalaba hasta la bata blanca, quedando posteriormente en el brazo ajeno, no hizo mucho más que recorrer el cuerpo del más grande.

—Me saliste atrevida.

Entonces se escuchó la puerta abrirse y el vapor de la desinfección escurrirse por los espacios de abajo. Aaron volvía con ellos, teniendo una carpeta sobre las manos y leyendo los reportes semanales, alzó ligeramente la vista para dirigirse hacia Miguel, llevándose un gran susto.

—¡Dios mío! —brincó directo al mesón y se quedó allí, cubriéndose con la carpeta—. ¡Manda al espécimen dentro de su jaula y enciérralo!

—Oh vamos, ridículo —dijo Miguel con una sonrisa ladeada.

La tarántula se quedó estática en el hombro derecho del científico y lo apretó, supo quién había entrado y no le agradaba.

The Monster of Nueva York [Miguel O'Hara AU]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora