Capítulo 4: Boom

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Los días transcurrían con una tranquila y muy angustiante normalidad, desde que Miguel presentó su repentina renuncia, había aprovechado el momento para pasar tiempo de calidad con su hija y amigos, de hecho Lyla lo había convencido de llamar a Peter Parker, un viejo amigo de la universidad con el que jamás perdió contacto, así Gabriella también podría volver a ver a su pequeña amiga de la infancia.

—Amigo, tranquilo —inquirió un castaño de varias canas blancas—. No pueden negarte la liquidación.

—¿Entonces por qué aún no llega, Peter? —respondió Miguel.

Tecleaba con desesperación la pantalla táctil de la laptop, en dónde se veía el estado de su cuenta bancaria, tumbó su torso en el gran mesón que tenían y suspiró agobiado mientras se agarraba parte del cabello con inquietud, ya antes había ido presencialmente a por su correspondiente pago, pero le negaron el acceso. Entonces acudió a la policía, tampoco funcionó, el Ojo público los tenía atados de manos. Tenía la esperanza de que si esperaba lo suficiente, llegaría.

—Encontraremos una solución, Miguel, no querrán arriesgarse a que los lleves a juicio —dijo palmeando la espalda ajena.

—¿Sabes qué? —se levantó—. Volveré a ir a Alchemax y más les vale abrirme o les daré una maldita denuncia.

—Con calma grandullón —exclamó Lyla apoyada en la pared y levantando las manos para que se apacigüe—. Ellos juegan sucio, ¿y si mejor esperas a que amanezca?

—Mañana es sábado, Lyla —replicó con enojo y acercándose a ella con el dedo alzado—. No se suele trabajar los fines de semana, y yo no puedo seguir viviendo de tu cuenta y la de Gabriel —susurró sobre su oído.

—No tengo problemas con que uses mi cuenta, Miguel, sé que harías lo mismo por mí —habló con calma.

—Ese no es el punto, los malnacidos congelaron mis tarjetas, cuentas... ¡Todo! —apretó el puente de su nariz—. Necesito pagar la matrícula para la universidad de Gabriella, no voy a permitir que pierda un puto semestre por esos hijos de perra —carraspeó cabreado.

—Son las 9 de la noche, ¿siguen trabajando hasta este horario? —preguntó Peter intentando persuadirlo.

—Claro que sí —afirmó con un gruñido.

Había tomado una decisión precipitada y no recapacitaría, con la convicción hasta el tope se dirigió hacia la puerta, tomó del perchero su camisa roja de algodón y cuello de tortuga, se la colocó encima para protegerse del gélido clima nocturno.

—Papá, ¿vas a salir? —preguntó Gabriella aproximándose.

—Sí, mi vida —fue hacia ella y besó su frente—. No me tardaré mucho, quédate aquí.

—Está bien, ten cuidado —ordenó sintiendo un muy mal presentimiento.

La joven se quedó parada frente a la puerta, observándola con detenimiento y queriendo ir detrás de su padre y convencerlo de aplazar lo que sea que fuese a hacer hasta el siguiente día, que estaría la cálida luz del sol protegiéndolos. Fue sacada de sus pensamientos por unas manos mucho más pequeñas que las de ella, jalando su brazo y queriendo captar su atención.

—¡Todavía no funciona! —se quejó una niña.

—Perdón, Mayday —bufó la de ascendencia latina—. La verdad no sé que le pasa a tu celular.

La niña de aproximadamente 13 años de edad arrugó su rostro con tristeza y miró el aparato disgustada, acarició sus rizos pelirrojos y fue hacia su papá.

—¡Papá, mi celular se dañó! —jadeó pesada.

—¿Y qué tiene? —consultó Peter mientras lo tomaba entre las manos y trataba de hallar la repentina falencia.

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⏰ Última actualización: Sep 06 ⏰

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The Monster of Nueva York [Miguel O'Hara AU]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora