Capítulo Dos

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DAMIEN

Cuando estoy ebrio, no se me ocurren las mejores ideas. Pero creo que esta vez he superado los niveles de idiotez. Mi mente repetía continuamente que no voy a morir, mientras caminaba descalzo hacia nuestro destino. Estoy a punto de hacer algo que no me enorgullecía en absoluto y que, si mi mamá se enterara, probablemente me mataría.

Trato de convencerme de que lo que estoy a punto de hacer esta bien y que era seguro. ¿Pero a quién engaño? Estoy ebrio y mis decisiones no precisamente las más acertadas.

—Si muero hoy, desaparece mi celular—pide Jake.

—No vamos a morir—suspiro—. ¿Es necesario esta estupidez?

—Tú eres el capitán, tú mandas.

—Tú también, imbécil.

—Entonces ordeno que cancelemos esto.

Nos detenemos al darnos cuenta de que ya habíamos llegado a nuestro destino.

El motivo por el que estamos tan ebrios como una cuba, es porque es nuestra forma de perder el miedo. Estamos a punto de lanzarnos desde un puto acantilado. Y sí, no era seguro y tampoco inteligente hacerlo ebrios. Pero no tenemos opción, es la condición que nos puso el equipo para que nos aceptaran como capitanes a los dos, juntos.

—Mierda, se ve muy alto—dice Jake al mirar el precipicio.

—Mira el lado bueno, lo haremos juntos.

—¿Es tu forma de decir que me quieres, Dami?

—No me digas Dami, no es lo último que mis oídos quieren escuchar.

—¿No que no íbamos a morir?

—Vivo o muerto, Dami es el peor apodo para Damien.

—Quien sea que viva, debe hacerse cargo de Leila.

—Estoy seguro que Leila sabrá cuidarse por sí sola.

Nuestra mejor amiga siempre ha sido la más inteligente de nosotros tres. Asi que, estoy seguro que estará bien.

—Si ella estuviera acá, ni siquiera intentaría detenernos, nos lanzaría por ser idiotas—comento Jake con gracia.

Nos miramos por un momento, la oscuridad del lugar ocultaba nuestras expresiones. Pero estoy seguro que Jake se encontraba mordiéndose el interior de su mejilla, siempre lo hace cuando está nervioso.

—Yo salto, si tu saltas, capitán—dice Jake.

Esta vez soy yo el que se acerca al borde del precipicio y ve las oscuras aguas de mar. Parecía un abismo infinito y por un momento, estuve punto de decirle a Jake que olvidemos esta estupidez. Pero esto no solo se trataba de que consigamos la capitanía. Se trataba de cumplir esa promesa que hicimos al empezar la secundaria, los dos íbamos a ser los capitanes. Y esta es nuestra única oportunidad de conseguirlo.

Mire a Jake y su asentimiento me demostró que pensaba igual que yo, no había vuelta atrás.

Entrelazamos nuestros dedos en un apretón firme y sin decir una palabra, nos inclinamos hacia adelante y, con un grito de emoción y ansiedad, saltamos al vacío. El viento rugió en mi oído mientras caíamos, el tiempo parecía detenerse por un instante y luego, finalmente, sentí el impacto del agua.

Por un segundo, pensé que había muerto, porque el momento se sentía tan irreal, tan pacifico. Pero los gritos de emoción de Jake me sacaron de ese delirio e hicieron que nadara hasta la superficie.

—¡Mierda! ¡Está helado! ¡Se siente tan bien!

—No puedo creer que lo hicimos—dije con una sonrisa gigante en mi rostro.

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