MARLEYSiempre odie este mundo de la gente rica. Mi madre se pasaba horas rogándome porque asistiera a los eventos que organizaban nuestros conocidos. Al principio los odiaba, pero usualmente eran los mismos que Damien y mis amigos asistían, así que después de todo no lo pasaba tan mal. Sin embargo, el hecho de tener que asistir a un lugar para demostrar el rango en el que se encuentra tu familia, siempre me pareció una estupidez. ¿Demostrarle a quien? ¿A estas personas? Es que, miren este alrededor. Todo pulcro, brillante y elegante. Anímate a dar un paso en falso en esta torre de falsedades y pretensiones, y no esperes que la caída sea suave.
Ajuste mi antifaz negro, encontrando absurdo que hasta los camareros se tengan que disfrazar, pero en esta oportunidad puedo decir que la vanidad de la familia Matthews me ha salvado el pellejo. Siempre se han caracterizado por ser la familia más respetable y perfecta de New York. Su madre, fundadora de una exitosa empresa de ropa, y su padre, dueño de un estudio internacional de arquitectura. Y sus cuatro hijos, Harry, el impecable, Amanda, la inteligente, Damien, el caballero y Lizzie, la consentida. Cada uno con personalidades distintas, pero todos compartiendo el mismo esfuerzo por mantener las apariencias.
—¡Tienen una puta fuente de chocolates de cinco metros! —exclama Josh—. Este departamento es del tamaño de Brasil.
—Ay, no exageres—contesta Nora, que estaba acomodando unos bocaditos en su fuente.
—¡Es verdad! Este departamento es una mansión.
—¡Chiss, Josh! Ya entendimos, es grande—dijo Nora—. Agarren una fuente y empiecen a repartir, los invitados ya están llegando.
Mire alrededor y sí, había algo de gente. La fiesta era de temática de máscaras así que no podía reconocer rostros. Afortunadamente, esta era la mejor parte, ya que, si veía a alguien conocido, temía quedarme paralizada. Por ahora, solo debo actuar normal y esperar a que esto termine.
Tomé una fuente y me dirigí a la terraza. El penthouse de los Matthews siempre me pareció una fantasía. El padre de Damien, al ser el arquitecto del edificio, había creado un espacio lujoso y amplio para su familia. Conformado por tres pisos, el primero era donde se llevaba a cabo la fiesta. Acapara el salón, el comedor y la primera terraza. Lo suficientemente amplio como para albergar a quinientas personas.
La decoración era elegante, predominando los colores blanco y negro, y candelabros plateados que se combinaban armoniosamente con la temática de la fiesta.
—¡Eh! ¡Chica! —gritó alguien detrás mío. Al girar, me encontré con un chico apoyado en las pequeñas mesas que había en la terraza—. Tráigame una copa de champagne.
Su voz aguda y su apariencia, revelaban su corta edad.
—Lo siento, el alcohol es solo para mayores de edad.
—Tengo veintidós años, creo que puedo beber sin problemas.
¿Este chico piensa que soy estúpida?
—Disculpa, pero son reglas de los anfitriones de la fiesta. No se sirve alcohol a menores.
—Kyle, deja de molestar—gritó alguien a lo lejos.
Iba a buscar de dónde provenía la voz, pero antes de que lo hiciera, ya lo tenía al lado del chico. Casi dejo caer la fuente por la impresión. Era Jake, el mejor amigo de Damien y, en su momento, también un buen amigo mío. Por ahora, era el único invitado que no tenía máscara. Había crecido en estatura y desarrollado músculos que no tenía antes. Su piel oliva lucía bronceada y su cabello negro ahora estaba corto y ordenado, algo completamente distinto a su estilo anterior, cuando parecía tener vida propia apuntando en distintas direcciones. Aquel rostro de niño por el que solía molestarlo ya no estaba; en su lugar, había una expresión más madura. Sin embargo, esa chispa traviesa que suele acompañar sus planes perversos, sigue ahí.
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Todo lo que somos
RomanceMarley Harper, la antigua 'Princesa de Nueva York', ha regresado para reclamar lo que la ciudad le arrebató, mientras Damien Matthews observa cómo el mundo que construyó tras su partida comienza a desmoronarse. En una ciudad llena de secretos y apar...