Capítulo Ocho

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MARLEY

Era vernos hoy o mañana en la escuela, frente a todos.

No sé si hice esto por mí o por él. Pero quiero pensar que fue la decisión más sensata que pude tomar.

Mi idea original era encontrarnos más temprano, pero mi turno en el restaurante de Laura terminó a las diez. Además, habíamos pasado toda la mañana comprando cosas para el primer día de clases. Así que esta era la única hora que teníamos. A medida que se hacía más tarde y él no aparecía, empecé a convencerme de que definitivamente no lo haría. Además, recibir un mensaje de un desconocido pidiéndo que lo vieras a casi medianoche en un lugar no sonaba para nada seguro.

Pero aquí estaba. Congelado, al igual que yo, mirándonos sin saber qué decir.

Como mencioné ayer, Damien estaba igual, aunque esta vez no lucía formal. Tenía el cabello despeinado, la camiseta semiarrugada y sudaba como si hubiera corrido una maratón. Me recordó tanto a las veces que lo esperaba afuera de su práctica de baloncesto para irnos a casa.

Los recuerdos de todo lo que vivimos juntos caían sobre mí como si fuera una lluvia de emociones: la vez que nos conocimos, cuando nos reencontramos en la escuela, nuestras bromas constantes porque nos llevábamos mal, nuestro primer beso en el baile de primavera, la vez que nos escapamos a la playa y nevó, nuestro primer y único aniversario que pasamos fuera de la ciudad. Todo parecía tan lejano, pero solo había pasado un año desde entonces.

Las ganas de abrazarlo y contarle cuánto lo necesitaba parecían casi un delito.

Me tragué el miedo y traté de hablar. Lo primero que salió de mi boca fue un sonido apenas audible. Estaba tan nerviosa.

—Per...perdón por invitarte de esta forma. No sabía cómo hacerlo.

Damien no se movió.

—Sé que no es la mejor forma, pero encontrarnos mañana iba a ser peor.

—¿Mañana? —preguntó.

—Mañana, en el primer día de clases—su rostro se mostró confundido—. Claro, tú no sabes que... voy a volver a la escuela.

—¿Volverás? Pensé que estudiabas en Francia.

¿Qué quería decir con eso? Fruncí el ceño, esperando a que continuara, pero no añadió nada más.

—¿Francia?

—Alexander me lo contó todo.

La mención de mi padrastro me puso tensa, y comencé a mirar a mi alrededor, temiendo que apareciera en cualquier momento.

—¿Él... él está aquí? ¿Aquí en Nueva York?

Damien negó.

—Fue hace un año. Me dijo que estabas en un internado de arte en Francia, que por eso te fuiste —explicó.

Mis ojos se humedecieron. Damien le había creído, y estuvo pensando todo este tiempo que me fui por esa estúpida razón. Debe... debe odiarme. Pero, ¿qué podía decir para cambiar eso? ¿Era mejor o peor que la verdad?

Era mejor que la verdad. Definitivamente, era mejor que creyera eso.

Mi plan tampoco era decirle la verdad. Pensaba darle la excusa más estúpida del mundo: que tuve que irme por un problema que tuvo Tessa. Después de todo, él siempre supo lo problemática que era mi hermana mayor.

Era preferible que me odiara. Mejor mantenerlo a distancia, aunque me doliera como mil infiernos.

—Lo siento —murmuré, con mi voz a punto de quebrarse.

Damien dejó escapar una lágrima.

—Esperaba... esperaba que lo negaras. Esperaba que me dieras una razón para no pensar que eres una maldita egoísta, Marley. ¿Y solo me dices, lo siento?

Tenía razón en estar tan enojado. No tenía cómo defenderme.

—Yo... yo fui una tonta. No pensé bien las cosas. Cuando me di cuenta de lo que estaba haciendo, fue muy tarde y me dio tanto... tanto miedo contactarlos. Simplemente dejé que pasara el tiempo y, cuando me sintiera lista, volver. Por eso estoy aquí.

—¿En serio dirás eso? Siento que estoy hablando con una persona totalmente diferente. ¿Sabes a cuántas personas has herido? ¿Sabes todo lo que me hiciste? Mi padre se mató, Marley. ¡Se mató! Y a ti no te dio la puta gana de llamarme o enviarme un maldito mensaje de texto mostrando un poco de compasión. En serio, pienso que estoy hablando con una persona que no tiene ni idea de todo lo que ha hecho.

Sí, Damien, sé todo lo que he hecho. Por eso no puedo decirte la verdad, porque me odiarías más de lo que ya lo haces.

—Tienes derecho a odiarme todo lo que quieras. No vine pensando que todo volvería a ser igual.

—¿Por qué volviste, Marley?—su voz salió apenas en un suspiro—. Todo estaba bien sin ti, todo ya se había arreglado. ¿Sabes todo lo que tu llegada traerá? ¿Por qué estás aquí?

No podía contener el llanto; apenas las lágrimas me dejaban hablar. El dolor en mi pecho era insoportable. Todo lo que me decía, me lo merecía, pero no puedo soportarlo.

—Yo... no sé, Damien. Sé que solo te estoy haciendo las cosas más difíciles. Así que, esta será la última vez que hablemos. En la escuela, te prometo que no te hablaré, ni me acercaré a tus amigos, ni a tu novia.

—¿Cómo sabes?

—Estuve en tu fiesta ayer, creo que te diste cuenta —soplé por la nariz—. No me lo esperaba, pero tampoco... tampoco creo que no me lo merezca.

—No fue a propósito.

—Ya no importa.

—¿Estuviste también en la comisaría de Coney Island?

Asentí, confundida porque no sabía cómo se había enterado.

—Creo que lo mejor será eso, hacer como si no nos conociéramos —Damien se pasó la mano por la nuca—. Porque la Marley que conocía se fue hace mucho tiempo, y la que está al frente mio, es una mala versión que no vale la pena intentar conocer o entender. Tú presencia no cambia absolutamente nada.

—Damien—llame sin saber que decir realmente, no quería que se fuera, no quería que las cosas quedaran así entre nosotros—. Yo...

Cuando encontré las palabras correctas fueron aplazadas por el timbre de llamado y notificaciones que sonaba en el teléfono de Damien. Los dos sabíamos que significaba.

—Feliz cumpleaños—dije, sabiendo lo ridículo que era, pero que tal vez eran las últimas palabras que compartirá con él en mucho tiempo. No creo que nada de lo que diga sea suficiente para hacer que se quede, nada que no implique la verdad.

Damien soltó una risa brusca, y sin decir más, se dio vuelta y salió del lugar.

Mi pecho no dejaba de doler, si antes tenía la esperanza de recuperar un poco de su amor, eso se ha desvanecido por completo.

El hecho de que no sospeche ni un poco de la verdadera razón, hace que no me derrumbe por completo. Si alguna vez se entera que yo tengo la culpa de la mayor tragedia de su vida. Me detestara para siempre. No se puede enterar nunca de que su padre está muerto por mi culpa. 

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⏰ Última actualización: Aug 28 ⏰

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