Only love nobody dies ~Volkacio~

Marchitarse

El ruido de la puerta me hace levantarme, camino pesadamente hasta ella y la abro bostezando, Conway está al otro lado, con sus típicas gafas de sol y actitud seria, sin pensarlo me hago a un lado, moviendo la cabeza que pase y camino hasta el sofá para dejarme caer en él de nuevo.

—¿Cómo estás? —pregunta sin siquiera saludar y yo me encojo de hombros, viendo como se para frente a mí en el sofá observándome detenidamente.

—Todo lo bien que puedo estar —respondo, diciendo la verdad.

—Te ves algo cansado...

—Son las nuevas pastillas...

Después de mi última cita médica Claudio o Doctor Muerte como yo prefería llamarlo me había recetado unas pastillas para el dolor más fuertes ya que comenzaba a ser insoportable. Le hago un gesto a Conway para que se siente a mi lado y lo hace, suspirando.

—Horacio..., ¿realmente vas a hacerlo? —Puedo notar en su voz la preocupación, estoy seguro de que tanto él como Gustabo están esperando que diga que no, que es una gilipollez y que voy a operarme.

—Sí..., está decidido.

Ninguno dice nada después de eso y yo miro mis dedos, intentando no mirar a Conway que parece querer decir algo, pero no lo hace.

—¿Realmente no quieres que él lo sepa? Se va a terminar enterando... —Suspiro y siento una punzada en el pecho, el dolor siempre vuelve, no importa lo fuertes que sean las pastillas, sobre todo cuando pienso en Volkov.

—Sé que lo sabrá pero..., para entonces no estaré aquí... —Sé que no es justo para Volkov pero también siento que es lo mejor.

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El cansancio es horrible y las pastillas me obligan a dormir más de lo que me gustaría, según Claudio esas pastillas eran como tapar una herida con maquillaje, seguía ahí, no se veía, pero seguía ahí.

Me levanto pesadamente de la cama y voy hasta el escritorio donde he dejado mi teléfono, no hay mensajes en él, voy directamente a la aplicación del calendario y me quedo unos segundos ahí, solo mirando los días sabiendo que antes de lo que me gustaría no podré volver a hacerlo.

Según me comentó el doctor las flores se han extendido casi por completo y solo es cuestión de tiempo que mi organismo no pueda más, me dio el alta diciendo que ya no puede hacer nada más por mí y yo me despedí de él como cualquier persona se despediría de un buen amigo, con un abrazo que no se iba a volver a repetir.

Me siento de nuevo en la cama y vuelvo a mirar hacia la ventana, ojalá pudiera ver las estrellas desde ella.

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Camino despacio hasta el sitio con Gustabo que me va ayudando, debemos parar cada poco tiempo porque me cuesta respirar y no dejo de toser, hoy me ha sacado de casa cuando estaba oscureciendo y ha conducido hasta estar en mitad de la nada, haciendo que siguiera un camino de tierra hasta llegar donde él quería.

Cuando llegamos abro la boca sorprendido, estamos en mitad del bosque, rodeados de árboles en un claro, cuando levanto la mirada las estrellas brillan con fuerza.

—¿Nos atacará algún jaguar? —bromeó y Gustabo suelta una pequeña risita, ayudándome a sentarme en el suelo.

—Espero que no, la verdad..., ¿te gusta? —Asiento, las estrellas brillan con todo su esplendor frente a nosotros y yo solo puedo mirarlas, sintiéndome pequeño—. Ha sido idea de Conway, él me ayudó a escoger el sitio.