¿Qué tan difícil podría ser encargarse de un niñito de tres años?
Al final optó por suprimir a Osamu del informe que brindó a Port Mafia. Se arriesgó a fingir que nunca encontró al niño y que nunca lo llevó a su departamento, organizando una excusa apropiada y coherente para su tiempo de ausencia; el jefe pareció satisfecho con su explicación falsa y no estuvo en la sede más tiempo del necesario.
Antes de volver, hizo una parada en la primera tienda de ropa para niños que encontró y necesitó la ayuda del empleado de turno para escoger un par de conjuntos que podrían quedarle. Todo quedó en una apuesta al no saber la talla exacta de Osamu y tener que llevar tallas distintas como le recomendó el muchacho. Al menos ya tendría un cambio de ropa para él. No iba a tenerlo con los mismos harapos considerando como eran los niñitos con el tema de las bacterias y las enfermedades.
Ango no consideró más. Aunque se consideraba un hombre inteligente, carecía de conocimiento sobre niños pequeños, además de lo básico para mantenerlos vivos; así que solo pudo pensar en ropa más cómoda y un cepillo de dientes. De camino a casa, se abofeteó mentalmente por no pensar en una forma de entretenimiento menos insulsa que crayones y un papel.
"Bueno, dibujar sirve para su estimulación creativa" quiso consolarse.
Al llegar a casa encontró al niño en el mismo lugar en el que lo había dejado. Ni los cuadernos ni las galletas habían sido tocados, como si hubiera permanecido congelado en la misma posición desde que abandonó el departamento... El pensamiento le preocupó.
—Te compré un pijama para que puedas dormir más cómodo esta noche —habló con algo de cautela, acercándose al menor quién asintió en silencio a la oferta.
Al acercarse más, ya fue más notable el cambio en el semblante del menor: Sus ojitos estaban entrecerrados, orbitando entre cualquier lugar de la sala sin fijarlos en algún punto durante mucho tiempo. Soltaba pequeños suspiros cada tantas respiraciones. Cuando sus mejillas amenazaban con hincharse, aplanada los labios, claramente reprimiendo un bostezo.
Era obvio que el pobre estaba muerto de sueño e intentaba ocultarlo.
¿Se suponía que debía ayudarlo a dormir? ¿O solo dejarlo allí y que se durmiera sólo? ¿Debía cantarle una canción de cuna o algo así? Ango no se sabía ninguna. Pánico.
—Oye, eh, ven aquí —murmuró reticente agachándose frente a él.
No hacía falta ser un padre experimentado para saber que él sillón era un lugar demasiado angosto para él. Estaría mejor dejarlo dormir en su propia habitación, en un cómodo colchón y con libre acceso para vigilancia. Sin embargo, cuando Osamu estiró los brazos hacia él no fue para que lo levantara, sino para empujarlo lejos de él. Ango insistió, volviendo a extender sus brazos, pero el niño volvió a apartarlo con empujones débiles.
—¿Qué no tienes sueño? —cuestionó extrañado por tal renuencia.
Osamu negó con la cabeza con vehemencia, asegurándose de recalcar su respuesta, aunque el bostezo que no pudo reprimir delató su mentira. Restregó sus ojos con algo de fuerza y pestañeó fuertemente, buscando deshacer los vestigios de sueño que aún estaban presentes en su carita de expresión ausente.
—De acuerdo... —respondió reticente, sin poder dejar de fijarse en el enorme cansancio que su semblante reflejaba, pero aún más en cómo se estaba forzando a reprimirlo.
¿Era simplemente un niño queriendo aparentar que su agotamiento no existía? ¿O había una actitud defensiva y cautelosa subyacente? Después de lo que ocurrió cuando empezaron a comer, Ango podía ser muy capaz de inclinarse por la segunda opción.
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Slipping Through My Fingers | Odango & Dazai
Fiksi PenggemarA Ango no le gustan los problemas. Irónicamente, siempre termina atrayéndolos. Cuando encuentra a un pequeño niño, ahora desamparado luego del conflicto armado en el que se involucró, aunque sabe que significará un gran problema no puede abandonarlo...