Al blanco velero de tus sueños,
al frescor del azul en sus amarras,
a la tarde en que tu cuerpo me llama,
le canto esta canción acalorada.
A los gemidos salvajes de mi barca,
a la pulpa enrojecida de tu ser,
a tus labios bañados por tibiezas,
a tu perfume delicioso de mujer.
A tus muslos atrapados en los míos,
a la fruta de tus senos por crecer,
al ardor de tu vientre invadido,
al deseo hecho gritos de mujer.
A ti te canto, en los siete mares rojos,
a bordo, Capitán de mi blanco velero.
En ti me vierto, princesa, marinera mía,
a calmar las tempestades de cada día.