Hasta aquí hemos venido
desnudos como la roca lavada
dorados por el sol impío
lobos hambrientos, hienas
almas impúdicas
arrojadas del infierno
no ha de quedarse quieto el cielo
cuando aprietes mi cuerpo
cada músculo, tenso
como una espada, firme y resbalosa
entre tus labios, la carne olorosa
la lengua babeante y loca
que me cierra los ojos cual disparo
arde eternidad porque así lo quiero
funde las montañas de su cuerpo
y quémame los labios en su lava
perpetuo fuego,
olorosa ceniza de su cuerpo
chamuscado entre mis dedos.