Capítulo 5.

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Me despierto con un dolor de cabeza insoportable, tengo ganas de vomitar y por más que parpadeo, mi vista no funciona. No veo nada más que oscuridad, el aire está muy pesado y me cuesta respirar así que trato de hacerlo lentamente y muy profundo, soy consiente de que me duele todo el cuerpo. Estoy agotada, sedienta  y hambrienta.
Frío, hace mucho frío, y el costal de papas que en el que al parecer estoy no me ayuda, huele terriblemente a humedad, a sudor y a desesperación, aunque el último emana de mí. Trató de hacer un recuento de las últimas 24 horas en mi vida, el esfuerzo duele pero lo trato de ignorar. Recuerdo el nerviosismo que me provocaba el fugarme de mi casa, la ausencia de mis padres y la forma en la que esquivé toda fuente de seguridad para mí al salir de mi casa, recuerdo también el terror, terror que sentí al ser rodeada por cuerpos grandes vestidos de negro que tiraban de mí hacia la camioneta y la voz que repite: <<no intentes luchar>>. De repente se escucha un ruido, algo metálico que me saca de mis pensamientos, y pone mis sentidos al cien, o lo que queda de ellos. Me quedó totalmente quieta en espera de.. ¿qué?, me da miedo responder esa pregunta. Se escuchan los pasos acercándose a mi, con fuerza y siento que una mano  bastante grande me toca el brazo y comienza a agitarme.
-Venga, despierta de una vez. - Su voz es clara, gruesa y varonil, sin embargo se escucha cansada. <<No trates de luchar>>, ¡claro! Es la misma voz.
-He dicho que despiertes, ¡ya!
Doy un salto de puro miedo, y siento como sus manos grandes me ayudan a ponerme de pie mientras me quita el enorme saco y por fin mis ojos se abren, trató de acostumbrarme a la escasa luz del cuarto.
El cuarto donde me encuentro es pequeño, calculo tal vez tres metros por tres metros, tiene una pequeña ventana abarrotada por donde entra un miserable rayo de Sol, por su intensidad y color anaranjado claro intuyo que es uno de los primeros en asomarse del amanecer. Hay una puerta de metal grande sin cerrojo por dentro, se ve pesada y sucia, lo cual combina perfectamente con el resto de la habitación triste, olorosa y sombría.
Fijo mi vista en el joven que tengo en frente de mi, que me observa con indiferencia por un segundo y extiende una silla plegable de metal que se ve terriblemente incómoda en una esquina del cuarto. Él es alto, demasiado, lo sé por que yo soy más alta que el promedio y el chico que esta observando el perímetro me lleva muchos centímetros de ventaja. Va vestido de negro totalmente, con unos pantalones desgarrados y una sudadera que le queda a la medida, usando la capucha de la misma y botas de trabajo. Tiene el look de un asesino en serie perfecto, lo cual me hace sentir un escalofrío por la espalda. Dirige su mirada a mí una vez más y puedo observar su rostro. No puede tener muchos más años que yo, pero a comparación de todo su cuerpo fuerte y sólido su rostro se ve débil, cansado y me atrevería a decir que triste.
-Deja de mirarme - su voz me hace salir de mis pensamientos y apartar inmediatamente la mirada de él. -Siéntate.
Hago caso lo más pronto que puedo, pero las piernas no me responden por un momento y me caigo sin alcanzar a poner las manos. Siento como mi cabeza choca contra el suelo frío y por un momento quiero romper a llorar, pero siempre he sido muy orgullosa para que me vean llorar.
-Joder, ¡levantate!- su grito me hace enfurecer y, apoyándome con las manos levantó un poco la cabeza y por fin salen algunas palabras de mi boca.- Tengo hambre.
-No te he preguntado eso, ¿qué te hace pensar que puedes hablar? Dije que te levantaras. - con todas mis fuerzas me levanto y voy hacia la silla de metal para de mala gana azotar mi cuerpo débil en ella.
-Esto es fácil, vamos a llamarle a tus padres y a pedirles el dinero, si ellos hacen exactamente lo que les decimos, te vas. - a pesar de que está en cuclillas frente a mí es mucho más alto, por lo que lo tengo que ver hacia arriba.
-Mis padres no están en el país - consigo decir lo último con un tono más fuerte de lo que esperaba, él chico entorna los ojos, se levanta y da la vuelta. - ¿me mataran por eso?- bueno, eso sonó más débil.
-No, eso ya lo sabemos. Sin embargo, si continuas hablando le mandaré un recuerdo a tus padres, un dedo quizá.
Esa frase hiela toda la sangre que tenía en el cuerpo y me hace mirar hacia la ventana para evitar su mirada a toda costa. Escuchó que está abriendo la puerta y lo miro rápidamente. -Tengo hambre. Por favor.
-¿No quedó claro?, no hables. - se voltea y con gesto furioso me observa de arriba abajo.
-Por favor... - sale de la habitación y escuchó el seguro por fuera. Suelto por fin unas lágrimas, tengo tanto miedo que me provoca más frío. Me maldigo por no haber comido esa ensalada ayer. Claro que no sabía que sería víctima de una banda de secuestradores.
Me castañean los dientes por mi vestido tan corto y mi falta de zapatos; seguramente me deshice de ellos cuando patee con fuerza para que me dejaran ir los sujetos que me subían a la camioneta, riéndose de mi, todos menos uno. <<por favor, no intentes luchar>>.
Me entran ganas de llorar otra vez pero creo que me he quedado seca, entonces se escuchan unos ruidos nuevamente y se abre la puerta.
El mismo chico entra con varias cosas en las manos, una de ellas es una cobija.
-Ten- dice, mientras me lanza la cobija y yo la extiendo sobre mis piernas rápidamente. -Aquí, para que dejes de llorar niña. -me extiende la mano para que sostenga lo que parece ser una sopa instantánea con un tenedor, no me importa y comienzo a comer, sabe más a plástico pero no hago comentario. Mi mirada se centra ahora en el hombre que me acaba de dar esto y me sorprende encontrar que él me ve.
-Aquí hay un vaso de agua - dice, mientras deja el vaso al pie de la silla.
-Gra... Gracias - susurré con la boca un poco llena aún.
-Ahora, te vas a callar todo el día, no vas a hacer ningún ruido, ¿entendido? No todos son tan amables. - eso último lo dijo con un tono de inconformidad que no puedo dejar escapar.
Se gira y se va, cerrando la puerta a su paso, y dejándome con la duda de qué iban a hacer conmigo. ¿Me habrían vigilado todo el tiempo? Es que no puede ser que no me haya dado cuenta, nadie sabía que me iba a fugar con Nico, fui muy discreta.
Las lágrimas amenazan con salir una vez más y yo les doy la bienvenida. Mis padres, mis amigos, la escuela, Roxy, Nico.

Por fin consigo dormir un poco entre la manta y el suelo, antes traté de ver más allá de la pequeña ventana abarrotada que se encuentra en la parte más alta del cuarto pero, aún con mi estatura no alcanzó a ver nada más que el cielo.
Mis pesadillas van sobre un chico de capucha negra que me impide hablar y ver, que me pide que no intente luchar y me lleva al precipicio.

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⏰ Última actualización: Dec 01, 2015 ⏰

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Síndrome de EstocolmoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora