CAPITULO 4

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—¡Quédate jodidamente lejos de mis archivos! —Jennie tiró el archivo Gallagher sobre el escritorio de Lisa, directamente frente a su cara.

Lisa giró la silla para enfrentarla, alzando la vista hacia ella con aire meditabundo. Su espeso pelo negro, cayó sobre su frente, sus ojos brillaban de lujuria.

—Ni siquiera te atrevas a pensar en ello —le advirtió ella, incapaz de contener la cólera áspera que pulsaba en su voz—. Si me tocas, te prometo que lo lamentarás.

Lisa se inclinó hacia atrás en su silla, mirándola estrechando los ojos.

—Esto es una oficina —le dijo ella con frío desdén—. Un lugar de trabajo. No es un palacio de orgías, ni tampoco tu central personal para follar. No me molestarás aquí durante los días de trabajo.

—Poseo el lugar maldito —gruñó Lisa—. Si quiero joder en el, entonces lo haré en los días de trabajo, Jennie.

—No conmigo —ella apretó los dientes, cerrando los puños ante la necesidad de acción—. No soy ninguna putilla de oficina sin cerebro que va a echarse sobre tu escritorio para tu placer. Soy una profesional, Lisa, y espero ser tratada como tal.

Lisa se levantó despacio. Debería haberse sentido intimidada, pero en cambio se sentía enfurecida.

—Nunca actúo de otra manera mientras llevo mis negocios —le recordó Lisa, con voz suave pero sin disfrazar su cólera.

—Mientras estemos en esta oficina…

—Jennie—Lisa no levantó la voz, pero el filo afilado hizo que ella alzara las cejas con creciente cólera—. Esta es mi oficina, tú eres mi mujer mientras no estemos trabajando, si quiero joderte hasta el desfallecimiento, entonces es mi opción y mi prerrogativa.

—Ah, ¿es así ahora? —Ella cruzó sus brazos con cuidado bajo sus pechos—.
Y exactamente, ¿quién decidió que yo era tu mujer?

Lisa sonrió lentamente.

—Nuestra mujer —dijo, con voz oscura y confiada mientras se inclinaba más cerca—. No lo dudes, Jennie. Sé de quién vienes, sé lo caliente que has ardido en sus brazos, y sé jodidamente bien que arderás de igual manera en los míos, el dolor de mis pelotas bien merece la pena por la experiencia. Así que nunca dudes de que has sido reclamada.

El tono duro de su voz envió temblores de excitación a su espina dorsal a pesar de la ardiente tormenta de furia que recorría sus venas pero fueron sus palabras las que la impresionaron.

¿Ella había sentido eso? ¿Ellas podían sentir lo qué la otra sentía? Podía usar esa información más tarde; por ahora, todavía tenía que tratar con la actitud de Lisa.

Era más alta que ella, su cabeza apenas alcanzaba su pecho, obligándola a echarla hacia atrás mientras permitía que un desdén satisfecho llenara su expresión.

—¿Realmente piensas que puedes controlarme con el sexo, Lisa? —Le preguntó, con voz fría, cargada de aborrecimiento—. ¿Realmente parezco ser tan imbécil que lo único que tienes que hacer es joderme para manejarme?
Tendrás que pensar en otra cosa —acentuó sus palabras clavándole un dedo en el musculoso pecho—. Nadie me maneja, nadie me controla, ni ahora ni nunca.

Lisa bajó la vista hacia su dedo. Lentamente. Un segundo más tarde su mirada se fijó en la suya otra vez.

—Yo te controlaré, Jennie —le dijo, con un tono de voz susurrante y lleno de dominación sexual, de una excitación que ella sólo había imaginado antes—. Te controlaremos, y te lo prometo, rogarás por ello.

Sus labios se curvaron hasta casi dejar escapar un gruñido.

En toda su vida, ella no podía recordar haber estado tan furiosa, tan ansiosa de poner de rodillas a una mujer como lo estaba ahora. Y podría hacerlo. Podría tenerla. Si tan sólo pudiera decir las palabras adecuadas pero su repertorio de frases cortantes no le venía ahora a la memoria.

—Y tú aprenderás lo rápidamente que tu propia arrogancia te pateará el culo —le informó con frialdad antes de poner distancia y acercarse a la puerta—. Quédate jodidamente lejos de mis archivos, o si no, archívalos tú misma. Tú eliges, no te avisaré otra vez.

—Jennie.

Ella paró en la puerta, volviéndose despacio, luchando contra las ganas de ir y darle lo que necesitaba, lo que ambas querían.

—No luchas contra mí, nena, o contra Chaeyoung, luchas contigo misma y creo que eres lo bastante inteligente como para darte cuenta.

—Te equivocas —le dijo ella suavemente—. Por cierto, justo ahora acabo de dejar a •Tweedle Dee• en el parque con mi rótula impresa en sus pelotas. Sigue jodiéndome, y te pondré las tuyas en la garganta y ahora me vuelvo a trabajar —le informó, fingiendo no haberse dado cuenta de la reciente admisión de ella.

La venganza se sirve mejor fría, rió silenciosamente para sí.














Tweedle Dee: personaje del libro “Alicia en el País de las Maravillas”, gemelo de Tweedle Dum.

𝐏𝐄𝐑𝐕𝐄𝐑𝐒𝐀𝐒 𝐈𝐍𝐓𝐄𝐍𝐂𝐈𝐎𝐍𝐄𝐒||𝚟𝚎𝚛𝚜𝚒ó𝚗 𝙶!𝙿Donde viven las historias. Descúbrelo ahora