CAPITULO 12

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Jennie estaba escandalizada.

Ésta no era la gentil mujer alta que siempre pensó que era Rosé. Ésta era una mujer en su plenitud, más fuerte que ella y decidida a salirse con la suya.

La atrapó mientras se movía para huir de la habitación, con una risa resonando en su oído mientras sus brazos se envolvían alrededor de ella, apretándola cerca. Un segundo después sintió que su bata se aflojaba mientras luchaba, luchando por separarse de sus musculosos brazos mientras Chaeyoung quitaba la bata de su cuerpo.

—Bastarda —gritó cuando la levantó y la volcó sobre la cama. Sus dedos se curvaron como garras mientras la furia la sobrecogía.

Una caliente y ciega rabia quemaba su estómago mientras gruñía y se agitaba. Ganó poco más que una oscura risa al tiempo que Chaeyoung se sentaba a horcajadas sobre ella, y en pocos segundos y para su completo horror, extendió sus brazos y puso en sus muñecas grilletes acolchados de nylon.

—Déjame ir —tiró de los grilletes, mirando sus muñecas con incredulidad mientras veía cómo las delgadas cadenas que provenían del nylon se negaban a romperse.

Instantáneamente su peso se fue, pero no para soltarla. Chilló con incredulidad, intentando tirar de su pie cuando ella comenzó a poner grilletes sobre sus tobillos. Ahora estaba sujeta, abierta de brazos y piernas, desnuda sobre la cama mientras Chaeyoung la miraba con diversión.

—¡Hija de perra! —gritó ultrajada, aterrorizada. Sin importar lo desesperadamente que luchara, no podía liberarse, igual que no podía contener la ira que iba creciendo en ella—. Te mataré por esto. Arrancaré tu polla de tu cuerpo si no me dejas ir.

—Qué lenguaje tan obsceno, Nini —la regaño con diversión mientras se sentaba en la cama y se quitaba las botas—. Solo relájate, nena, y ahorra tu aliento. Necesitarás la energía para gritar de placer más tarde.

—Ah, como si no hubiera escuchado eso antes —se mofó, tirando de los grilletes que sostenían sus muñecas de nuevo—. ¿Un poco presumida, no, Rosie?

—¿Presumida? —repitió, mientras se ponía de pie y desabrochaba la camisa blanca que llevaba—. Creo que simplemente confiada.

Gruñendo, maldiciendo, Jennie luchó contra las ataduras, desesperadamente intentado ignorar el hecho de que Chaeyoung estaba desnudándose a un lado de la cama. Su pecho no debería verse tan atractivo y cuando se deshizo de sus pantalones y los cómodos calzoncillos, la dura y gruesa longitud de su pene no debería haber hecho que perdiera el aliento hambrienta.

—Maldición Chaeyoung, no puedes hacer esto —negó con voz ronca, sabiendo que cualquier posibilidad que podría haber tenido de reunir sus defensas se estaban yendo al infierno—. Déjame ir.

Ella estaba de pie a un lado de la cama, mirándola quietamente, sus ojos recorriendo su cuerpo, deteniéndose en sus pechos, mirando los endurecidos pezones perforados. Su mirada fue más abajo, y Jennie cerró sus ojos con vergüenza, bien consciente de los espesos jugos que cubrían los gordezuelos labios de su afeitada vagina.

—Di “rosa” —dijo sonriendo, mientras sus ojos regresaban a su cara—.
En cada relación dominante/sumisa hay una palabra clave. Una palabra que detiene cualquier acción en camino y obliga a detenerse a lo que sea que esté ocurriendo. Pero te advierto, si la dices entonces se termina. No importa cuánto nos preocupemos por ti Lisa y yo. No importa cuánto te necesitemos, se termina. Di “rosa” y te liberaré y me alejaré ahora. Si no lo dices, entonces puedes luchar hasta que el infierno se congele, pero mientras tu cuerpo responda, mientras encuentres placer, no habrá paradas.

El estrangulado gruñido de rabia que escapó de su garganta la sorprendió, y a Chaeyoung también, si la llama de sus ojos fue una indicación.

—Vete al diablo —maldijo furiosamente—. No rogaré por nada, estúpida Neandertal. Besa mi culo.

𝐏𝐄𝐑𝐕𝐄𝐑𝐒𝐀𝐒 𝐈𝐍𝐓𝐄𝐍𝐂𝐈𝐎𝐍𝐄𝐒||𝚟𝚎𝚛𝚜𝚒ó𝚗 𝙶!𝙿Donde viven las historias. Descúbrelo ahora