Recorriendo los dominios de Asgard

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—En el salón de Asgard, Odín, ocupado por sus deberes, le pidió a la Zafiro que fuera guiada por Heimdall durante su ausencia. Este encargo, aunque parecía una simple indicación, escondía el deseo del padre Supremo por evaluar más a la Zafiro defectuosa.—

—Zafiro el deber me llama pero Heimdall te guiará en mi ausencia.—

—El anciano es rodeado por la horda de cuervos desapareciendo de nuevo.-—

—La Zafiro, con su habitual actitud reservada y servicial, asintió en señal de comprensión, dispuesta a seguir las órdenes del padre Supremo. Heimdall, en respuesta a la orden de Odín, asumió el papel de guía.—

—Heimdall, aprovechando la situación, decidió poner a prueba a la joven. Adoptó su tono arrogante, realizando comentarios mordaces para ver si lograba desestabilizarla. Intentaba provocar alguna reacción en ella, deseoso de ver si algo diferente se ocultaba tras su actitud impasible.—

—¿Qué sabes realmente, Zafiro? No pareces ser más que una mera y defectuosa creación.—

—A pesar de las palabras provocadoras de Heimdall, la morena, en su serenidad imperturbable, no mostró señales de enojo ni alteración. Siguió caminando en silencio, demostrando su lealtad y dedicación, tal como lo haría cualquier Zafiro.—

—Heimdall, persistente en su intento por sacar alguna reacción de la fémina, continuó con sus comentarios despectivos y sus preguntas retadoras, deseoso de encontrar algún detalle que revelara alguna anomalía en ella. Pero la Zafiro, firme en su carácter servicial, se mantuvo callada y calmada, sin revelar ningún rastro de emoción.—

—El recorrido por Asgard se tornaba una suerte de examen encubierto. Heimdall, con su actitud desafiante, y la Zafiro, con su quietud inquebrantable, se encontraban en un enfrentamiento silencioso de voluntades y habilidades, en el que la morena demostraba su fidelidad y pureza, y Heimdall, su desconfianza y escepticismo.—

—El rubio continuó la visita guiada por Asgard, y lo último que faltaba por mostrar eran los imponentes muros protectores de la ciudad divina. Mientras se dirigían hacia allí, Heimdall se permitió burlarse de la morena, aunque ella permanecía callada y atenta como siempre.—

—Sabes, pequeña, como dios, mi labor es proteger estos reinos. Algo que, claro, una recién nacida defectuosa como tú no entendería del todo.-Dice riéndose de ella.—

—Con tono condescendiente, Heimdall explicó su deber y responsabilidades, tratando a la Zafiro como si fuera una aprendiz ignorante. Sin embargo, al llegar a la cima de los muros de Asgard, la perspectiva cambió por completo.—

—La fémina, aún maravillada por las nuevas experiencias y descubrimientos, alzó la vista y vio un paisaje hermoso: el puente de arcoíris extendiéndose majestuosamente sobre el vasto territorio de Adgard, con sus pueblos y paisajes naturales.-—

—Los ojos de la joven se iluminaron levemente mientras absorbía la magnificencia de aquel escenario. Aunque era una recién nacida, la emoción de descubrir y presenciar ese panorama era innegable. En su ser silencioso, la maravilla y el asombro se reflejaban sutilmente.—

—El mayor, ajeno a esa emoción en la menor, continuó explicando su labor como guardián de los reinos, sin percatarse de la fascinación que había despertado en ella aquel espectáculo majestuoso y desconocido. La Zafiro, como un recién nacido que descubre el mundo, se deleitaba con esa nueva visión que le ofrecía una perspectiva tan amplia y hermosa de los reinos.-—

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ℤ𝕒𝕗𝕚𝕣𝕠 (Atreus X Reader)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora