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Me contemplé en el espejo y me arreglé el cabello rojizo con los dedos, dando un poco más de volumen. Llevaba un vestido negro ajustado que resaltaba mis curvas, unos tacones rojos que hacían juego con mi bolso y mi esmalte de uñas. Me había maquillado los ojos con sombra negra y delineador, y los labios con brillo rojo.

Estaba lista para ir al antro junto a Eos, mi mejor amigo. Él había decidido acompañarme, o eso creí yo.

—¿De verdad me dejarás ir sola? —pregunté con incredulidad.

—Lo siento, Jules. Me comenzó a sangrar la nariz y debo ir al doctor —confesó, con un tono de tristeza y culpa.

Entendí sus razones, tenía miedo a pasar por lo mismo que el año pasado, cuando sufrió una hemorragia cerebral y estuvo al borde de la muerte. Así que cogimos nuestras cosas, salimos de su habitación y bajamos las escaleras. Nos subimos al coche y salimos de la mansión.

Pasamos nuevamente por el puente que unía nuestra zona residencial con el resto de la ciudad, el lago que estaba en el bosque, donde solíamos ir a pasear, la gigante iglesia de Olbembrust, que tenía las luces encendidas y su puerta abierta de par en par, invitando a los fieles a entrar.

Pasamos por el centro del pueblo, donde había tiendas, restaurantes y bares, y ahí estaba el antro, un lugar enorme que contaba de dos pisos y era sumamente elegante, refinado y costoso. Era el antro de los Darks, la familia misteriosa de la ciudad. Eos aparcó frente a la entrada, y cuando me iba a bajar me tomó de la muñeca y volteé hacia él.

—Ten cuidado, Jules, no sé qué haría sin ti en mi vida —dijo con sinceridad y preocupación.

—Tú igual cuídate, te llamaré cuando salga.

Con eso me despedí del pelirrojo, que me sonrió con tristeza. Y me encaminé al antro, entré en la recepción y cargaba en mi muñeca el brazalete rojo que venía dentro del sobre.

La recepción del antro es una maravilla visual está adornada con paneles de espejos que reflejan la luz de las elegantes lámparas modernas, creando destellos dorados que dan la sensación de entrar a un lugar mágico. El mostrador de recepción está elaborado en mármol blanco con detalles en oro, y detrás de él se alza una pared de vidrio que muestra la amplia pista de baile. A pesar de la música fuerte de fondo, el personal sonriente y bien vestido da la bienvenida a los invitados, comunicándose a través de gestos y movimientos precisos mientras se adaptan al ritmo de la música.

Mientras esperaba, me di cuenta de que había algo extraño en el lugar. Todos los que entraban llevaban brazaletes de diferentes colores, había blanco y negro que subían al piso de arriba. Al ver el color de mi brazalete me informaron que había un piso secreto debajo y me indicaron que me dirigiera allí. Entré a un ascensor, pulsé el botón y bajé al piso secreto.

La puerta se abrió y me quedé helada. Era un lugar más oscuro, con poca luz y un ambiente completamente diferente al resto del antro. Al entrar, me sorprendió lo que vi. Había personas por todas partes, bailando, bebiendo, pero lo sorprendente era que andaban sin ropa. ¿Qué clase de antro es este?. Me sentí incómoda y fuera de lugar, pero me recordé a mí misma que había venido aquí con un propósito, obtener al menos la mínima pista.

Decidí seguir adelante y tratar de buscar a la persona, solo que ¿A quien buscaba?, realmente no tenia ni idea. 

Mientras avanzaba entre la multitud, un hombre me tomó del brazo y comenzó a besarme sin mi consentimiento y a pegarme a él. Grité y le exigí que me soltara, pero parecía no escuchar, así que lo golpeé con mi rodilla en su entrepierna.

El hombre empezó a insultarme y levantó su mano para golpearme. Pero una mano lo detuvo y con un tono de voz amenazante le gritó:—Ni se te ocurra tocarla.

Cuando lo vi mejor, reconocí que era Seth, el chico de la piel blanca como la nieve y el cabello negro y liso. Era alto y musculoso, y se vestía con un estilo elegante pero casual, que le daba un aire de sofisticación y modernidad. Sus ojos azules, ardientes de ira, se clavaron en el hombre que intentó atacarme. Su expresión era dura y firme, y parecía irradiar una fuerza sobrenatural. A su lado, estaba Thomas, su hermano menor, que se parecía a él pero era más bajo y tenía pecas en su rostro. Sin decir una palabra, me agarró por la cintura y me cargó sobre su hombro, llevándome hacia el fondo del local, donde había una puerta oculta que conducía a una habitación secreta y bien iluminada. Antes de entrar, alcancé a oír a Seth ordenarle al personal de seguridad que se encargara del asunto. Espero que le den su merecido al malnacido.

—¿Estás loca? —me preguntó al bajarme de golpe —¿Cómo se te ocurre bajar aquí?.

—Yo no pensé que fuera así, ¿Qué clase de antro tiene un piso oculto donde solo entran personas desnudas?.

La puerta se cerró de golpe y me exalté. Seth no se veía para nada contento, de hecho, destilaba rabia.

—¿Quién te dio el brazalete? —dijo mientras se acercaba a mí y arrancaba sin compasión el brazalete.

—Un conocido —respondí sin más.

Seth volteó los ojos y en su otra mano mostró una nota...Esa nota. Al parecer se me había caído cuando Thomas me cargó.

—Un desconocido, mejor dicho —comentó furioso.

—¿Quién te crees para leer cosas que no son tuyas?.

—Eres completamente estúpida, parecías más lista. En este lugar jamás entraría un sirviente. Es solo para la familia más adinerada. Igual puedes seguir buscando, pero si consigues a alguien más que te toque, no pienses que te voy a volver a rescatar.

—Que idio..

Un estruendo me sacó de mis pensamientos. Era una alarma que sonaba con urgencia. Los dos hermanos no perdieron tiempo y salieron corriendo de la habitación. Yo los seguí, pensando que se trataba de un incendio o algo así. Pero no se dirigieron a la salida, sino a un rincón donde había una multitud de gente alborotada. Cuando las luces iluminaron el lugar, vi lo que pasaba. Un hombre yacía en el suelo, convulsionando y escupiendo espuma por la boca. Era evidente que había sido envenenado. Se le cortaba la respiración. De su boca brotaban burbujas de saliva y sangre, que se empapaban con el sudor de su frente. Sus ojos se nublaban y se apagaban. Hasta que de repente, cerró los ojos y quedó inmóvil, muerto.

El pánico se apoderó de la gente cuando vieron el cadáver del señor. Yo me quedé paralizada, mirando la mesa a su lado. Había un objeto que me resultaba familiar. Era un brazalete de oro con una piedra roja brillante incrustada. El brazalete de mi abuelo. Comprendí al instante que él era quien me había enviado la nota, el que me había citado allí y ahora estaba muerto. La única pista que tenía para encontrar al asesino de mi abuelo. 

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⏰ Última actualización: Apr 12, 2024 ⏰

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