El día tan esperado había llegado para Pollux Black: su primer viaje a Hogwarts. La Mansión Black estaba llena de un bullicio inusual, con elfos domésticos correteando de un lado a otro para asegurarse de que todo estuviera en su lugar. El joven Black, con su ropa impecablemente planchada, estaba de pie en su habitación, rodeado de maletas llenas de libros de texto y otros elementos esenciales para su estadía en la escuela de magia.
Entre sus pertenencias más preciadas estaba Onyx, su serpiente negra y plateada, enrollada en una de las esquinas del baúl. El niño, con una mezcla de emoción y nerviosismo, se aseguraba de tener todo en orden. Aunque estaba ansioso por embarcarse en esta nueva aventura, también sentía una pizca de tristeza al dejar atrás la comodidad de su hogar y, más importante aún, la presencia de su madre.
De repente, la puerta se abrió, revelando la figura de Meissa Black, su madre. Sus ojos azules, fríos y distantes, observaron el bullicio de su hijo con una expresión imperturbable. Era evidente que Pollux había heredado más que solo el linaje de los Black; también compartía la mirada impenetrable de su madre.
"—Te estás demorando, Pollux. Los elfos ya han preparado tu transporte", dijo Meissa con una voz que carecía de la calidez maternal que el pequeño de once años había anhelado toda su vida.
"—¿Vas a venir conmigo, madre?" preguntó Pollux, esperando que esta ocasión especial pudiera ser compartida con la figura materna que, en su corazón, buscaba aprobar.
Meissa, sin mostrar ninguna emoción, negó con la cabeza. "No, Pollux. Tengo asuntos que atender aquí. Pero no te preocupes, la carroza te llevará a la escuela de manera segura".
"—Bueno, al menos me acompañarás hasta la puerta, ¿verdad?" preguntó con una pequeña esperanza en sus ojos.
Meissa negó con la cabeza. "No es necesario. Tienes tu escolta mágica y tus propias habilidades. No necesitas que una madre te lleve de la mano."
Con esas palabras, él sintió que el nudo en su estómago se apretaba aún más. Sabía que no debía esperar demasiado de su madre, pero la ausencia de gestos afectuosos en este día tan importante lo afectó más de lo que quería admitir. Sin embargo, conocía lo suficiente a su madre como para no insistir ni mostrar su desánimo.
"—Está bien, mamá. Nos vemos pronto", dijo tratando de ocultar su decepción.
"—Cuídate y estudia mucho. Las expectativas de la familia Black siempre deben ser mantenidas en alto", añadió antes de abandonar la habitación.
Pollux se quedó solo, mirando alrededor de la habitación que había sido su refugio durante años. La emoción y la tristeza se mezclaban en su interior. Onyx, la serpiente, se enrolló alrededor de su muñeca como si pudiera percibir la complejidad de las emociones de su dueño. Con un suspiro, tomó su varita y cerró la última maleta. Se prometió a sí mismo que, aunque su madre no lo acompañara físicamente, llevaría consigo el legado de los Black y demostraría que era digno de su apellido en Hogwarts. Con Onyx ahora en su hombro, se dirigió hacia la estación, dejando atrás la Mansión Black y las sombras de una relación materna distante.
La plataforma 9 ¾ estaba llena de estudiantes emocionados, familias que se despedían y el bullicio característico de la vuelta a Hogwarts. El heredero Black, se encontraba sentado en uno de los bancos, su equipaje a sus pies y su mirada perdida en la multitud. Estaba esperando a su primo Draco, quien aún no había llegado.
Mientras esperaba, una niña castaña, con ojos llenos de curiosidad y una energía contagiosa, se acercó a él. No parecía tener fin a la hora de hablar y compartió emocionada su emoción por ingresar a Hogwarts.
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"El Principe Black"; Hermione Granger
أدب الهواة... Aunque la majestuosidad de la mansión era evidente, también albergaba las sombras de secretos oscuros y susurros incómodos. "Hangin' out where I don't belong is nothing new to me," pensó mientras recorría los corredores repletos de retratos de p...