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El tiempo corrió como si del viento se tratase, y el último dia de la universidad estaba a la vuelta de la esquina.

Aunque a dos chicos no les importaba tanto esa fiesta y el típico evento final de la universidad.

Permanecían ambos debajo de un banco, uno leyendo un libro mientras que el contrario apoyaba su cabeza en el hombro contrario, mientras observaba el suelo y contaba las hojas caídas en el.

— ¿Debimos ir a esa fiesta? — Hablo una voz suave mientras sus piernas ahora se movían inquietas.

El pelirrojo alzó la ceja ante lo escuchado y sin despegar su vista del libro contestó.

— Cielo, dijiste que por tu comodidad no iríamos.

— Lo se, pero tu querías ir...

El contrario soltó un suspiro y se quito sus lentes de lectura sin mover demasiado a Dazai y con una pequeña sonrisa cariñosa contestó.

— Sabes que solo sería divertido si estuvieras tu ahí.

Dazai giro su vista y lo observó en silencio. Sentía que necesitaba decirle de todo ahora, pero con la mirada que le brindaba se entendía todo.

Volvió su vista al suelo y un silencio se instalo en ambos, para nada incomodo.

Se volvió normal este tipo de situaciones para que Dazai pudiera ordenar su mente y calmar su corazón, después de todo gracias a esto Chuuya se volvió una persona muy paciente.

El castaño se permitió pensar un momento, realmente si antes le preguntaban que veía en su futuro, sería absolutamente nada. Porque no se veía vivo.

Su futuro en ese tiempo era totalmente obscuro, y si llegaba a mantenerse vivo, su futuro se veía borroso, como si realmente supiera que seguiría siendo la misma mierda de siempre.

Pero desde Chuuya, todo eso cambió, se permitió sentir, obtener y tener una razón para vivir.

Desde la primera vez que abrieron sus corazones supo que su nombre estaría a salvo en la boca de Chuuya. Sabía que entregar su corazón a Chuuya estaría bien.

Por eso decidió contarle desde el principio lo de Mori, aunque se salto partes para no hacerlo tan explícito.

Le contó todo lo que sufrió, como por culpa de su incrédulidad entró en manos de Mori, como de pequeño pensó encontrar a alguien qué le importaba y "cuidaba".

Desde ahí su vida cayó hacia abajo, todos los días era un nuevo experimento, una nueva prueba, y aunque no se siente orgulloso, gracias a eso pudo ser increíblemente inteligente.

Su capacidad mental de niño era mayor que la de un niño normal, pero eso no le importaba. Un niño en su etapa debía jugar y preocuparse de que iba a comer en la mañana.

Pero en su etapa de niñez, sus pensamientos eran maneras de acabar con su miserable vida.

Hasta que llego ese día donde conoció a Chuuya y de repente todo se convirtió en colores, de repente su vida tuvo un rumbo diferente, y quiso aferrarse tanto a eso que no quiso arruinarlo y perder el color.

Agradeció a cada Dios la existencia de Chuuya, si no fuera por el, ni siquiera hubiera acabado su carrera.

Después de todo, gracias a él Mori ahora tiene prohibido acercarse a el y puede permanecer en prisión varios años, así que podía respirar tranquilo.

Y aunque Chuuya nunca le pregunto que paso realmente ese día, el tuvo la voluntad propia de contárselo.

— ¿Recuerdas lo que te conté luego de nuestra confesión cursi?

Merecedor [Soukoku] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora