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Actualmente, el mundo está dividido y gobernado por varios reinos, en los cuales príncipes y princesas están al mando desde muy jóvenes.

Por ello, todos fueron criados con una gran responsabilidad y unas expectativas muy altas puestas sobre cada uno de ellos.

No obstante, no tenían otra opción o alguna escapatoria posible. Lo único que podían hacer era acostumbrarse.

Sin poner queja alguna, cumplieron con su deber.

Pero, como siempre, hay excepciones. En este caso, es Emu Otori.

Ella es una princesa muy revoltosa y energética. Necesita estar en la naturaleza y poder moverse a su antojo. No soporta estar encerrada.

Aún con aquello, su reino la adora. Siempre lucha por sus habitantes y piensa en ellos, esforzándose en hacer de aquel territorio un lugar agradable y confortable.

―Otori-san... ―se arrodilló ante el rey―. Su hija no está en el dormitorio.

Con la cabeza gacha, esperó alguna respuesta. Es cierto que ese tipo de escenas eran comunes, pero por algún motivo, el guardia tenía un mal presentimiento.

―¿Una vez más? ―suspiró―. Esta niña... De acuerdo. Manda a dos o tres guardias en su búsqueda, no tardará en aparecer.

―A sus órdenes.

Haciendo una pequeña reverencia ante su superior, se marchó.

Por más cariño que le tuvieran a la princesa, era un dolor de cabeza para todos los del palacio.

Incluso siendo vigilada, lograba apañárselas para escaparse.

La luz de la luna bañaba completamente el cielo estrellado. Gracias a ella, las estrellas eran mucho más notorias esa noche.

En el jardín del castillo, escondida entre un par de matorrales, se encontraba una joven pelirrosa de larga cabellera.

El brillo en sus ojos, bastante abundante, aumentó en cuanto vió una estrella fugaz.

―¡Debo pedir un deseo, rápido! ―emocionada, cerró los ojos y trató de pensar en algo―. ¡Deseo conocer a alguien con quien pasar el resto de mi vida!

―¿Ese es tu deseo? ―una voz masculina y algo aguda se escuchó detrás de Emu.

La ojirrosa se sobresaltó un poco y retrocedió. Por unos momentos, creyó que la habían encontrado.

Se giró, algo confundida al ver a un chico rubio, de pelo corto y aspecto agradable.

―¿Quién eres? ―preguntó, sin dejar mucho tiempo para responder―. ¡Ah, espera! Eres Tsukasa Tenma, el príncipe del reino United Stars, ¿cierto?

Él asintió, mostrando una dulce sonrisa.

―Exacto.

―¿Y qué haces aquí? ―no pudo ocultar su curiosidad.

Tsukasa se mantuvo en silencio durante unos segundos.

―Escaparme de mi reino. ―pensó que quizá no sería buena idea decirle todo, podría malinterpretarlo.

―¿Y eso por qué? ―le pareció algo extraño, necesitaba saber la historia completa―. ¿No te gusta estar en el palacio?

―Podría hacerte la misma pregunta.

En eso tenía razón. Ambos se habían escapado del palacio, con la diferencia de que Tsukasa había ido más lejos.

―Un momento... ―Emu entrecerró los ojos, dándose cuenta de algo―. ¿Cruzaste el mar para llegar hasta aquí?

―Puede ser.

Aquello era una completa locura.

―Aunque... De tantos reinos, ¿por qué viniste a este?

―Este era el que estaba más lejos del mio. ―se acomodó sobre la hierba―. Mi objetivo es que no me encuentren.

―Ah, ya veo... ―fue interrumpida por unos pasos.

Ambos miraron al lugar donde procedieron esos sonidos.

Emu tapó la boca de Tsukasa, y susurró:

―Creo que los guardias están cerca. Cada vez que me escapo, mi padre les manda para que vuelva al palacio.

La pelirrosa se agachó un poco, y con sumo cuidado separó un par de ramas de los arbustos para poder ver.

Dos guardias se aproximaban, mirando a su alrededor constantemente y con unas linternas en mano.

A Emu no le preocupaba que la pillaran a ella. Más bien, tenía miedo de lo que podría pasarle a Tsukasa.

El deseo de una estrella [ Emukasa ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora