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El plan para colar a Tsukasa dentro del palacio había comenzando.

El ojinaranja se perdió visualmente entre un grupo de matorrales mientras Emu lograba entrar a su habitación.

Hizo un esfuerzo por dar la menor información posible sobre lo que hizo en el jardín. Los guardias no podían saber nada de Tsukasa.

Una vez dentro de su cuarto, cogió una cajita de música. Le dió cuerda y la colocó cerca de la puerta. De esa manera, cubriría algunos ruidos que seguramente haría Tsukasa al subir.

“¿Qué puedo usar de cuerda? No tengo nada”. Casi al instante de pensar eso, su mirada se dirigió inconscientemente al armario. Recordó la cantidad de prendas que guardaba su clóset, y se le ocurrió unir toda su ropa mediante algunos nudos.

Rápidamente ejerció su idea, y después de asegurarse de que estaba lista, abrió la ventana y dejó caer su cuerda casera.

Desde su escondite, Tsukasa divisó un punto rosa en un balcón. Sin duda alguna, era Emu.

Comprobó que no había ningún guardia a sus alrededores y corrió hasta allí.

—¿Enserio? ¿Vestidos? ―se quejó al ver la cuerda.

Emu puso los ojos en blanco, seguido de una pequeña y dulce risita.

—Era lo único que tenía mano ―el ojinaranja empezó a escalar con cuidado―. Sé lo más silencioso posible, ¿de acuerdo?

―Sí... ―su respiración se volvió algo más irregular y agitada.

Terminada la escalada, Emu cerró la ventana y se puso a deshacer todos los nudos.

Tsukasa trató de recuperar algo de aire y aliento.

―Puedes sentarte en la cama.

―Vale, gracias.

Permanecieron en silencio durante unos minutos. Cuando la pelirrosa finalmente terminó de guardar toda la ropa, se puso enfrente de él.

―No tienes algún pijama, ¿no?

Tsukasa negó con la cabeza.

―No te preocupes, con mi ropa normal estoy bien.

―¿Seguro? ―Emu la observó un poco más detenidamente―. Es demasiado formal, ¿no te resulta incómodo?

―No, tranquila ―le ofreció una suave sonrisa que pronto se contagió en la ojirrosa.

―De acuerdo entonces ―se tumbó sobre su propia cama, sin retirar las sábanas―. Puedes dormir tranquilo, nadie se enterará de que estás aquí.

Tsukasa asintió. Se sentía mal consigo mismo. Ella estaba haciendo todo ese esfuerzo, mientras que él no había sido capaz ni de explicarle por qué estaba allí.

―¿Puedo preguntar por qué... me ayudas así, sin siquiera decirte por qué escapé? ―tenía la mirada fija en el suelo. Estaba avergonzado, pero no sabía explicar la razón.

―Porque... ―cerró los ojos y pensó apropiadamente en su respuesta―. Desde pequeña me siento sola, y me gustaría tener compañía. Pero debido a que no puedo salir ni al jardín, nunca pude hablar con nadie.

Soltó algo de aire y se giró para verle.

―Ahora que tengo la oportunidad de hablar con alguien, no pienso desperdiciarla.


El deseo de una estrella [ Emukasa ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora