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Tapando la boca de la sirvienta con su mano, Emu cerró la puerta del dormitorio.

—¡Lo siento por haber reaccionado así de repente! —se disculpó la pelirrosa, sentándola cuidadosamente en la cama—. Necesito que no le comente nada a nadie, por favor.

—¿Puedo preguntar lo que ocurre? —preguntó, cuando la princesa se alejó un poco—. Que el señor Tenma esté aquí... ¿Es grave?

Tsukasa negó con la cabeza, disimulando a la perfección su miedo.

—Gracias por la preocupación, pero le aseguro que todo está bien —comentó con una sonrisa—. Simplemente... necesitaba un descanso y me escapé del reino.

Aquello último puso de los nervios a la adulta, por más que lo intentara ocultar.

—Pero esto... No, no puede ser —murmuró para sí misma, entrando en pánico—. Lo lamento, pero debo informar al reino. Su pueblo no puede estar sin gobernante, majestad.

Tsukasa se pasó una mano por el pelo, estresado. No, todavía no podía volver, era demasiado pronto.

—Confío en mi pueblo, estará perfectamente —el rubio puso su mejor sonrisa, libre de cualquier temor o preocupación—. Además, hay un sirviente en específico que está capacitado para reinar en mi ausencia.

Pronto, el silencio inundó la sala. Si decidían devolver a Tsukasa a su reino, ¿qué pasaría? Ni Emu ni Tsukasa querían averiguarlo.

—¡Por favor! —suplicó la pelirrosa, arrodillándose.

—Si alguien más le ve en el castillo, la situación podría empeorar.

—Me encargaré de que nadie le vea —ante tal petición, la sirvienta no pudo evitar dudar de todo aquello.

¿Por qué la princesa estaba tan empeñada en que él quedara? Sin duda algo había pasado, pero no parecían querer decirle el qué.

Tsukasa esbozó una ligera sonrisa, acompañada de un pequeño rubor en sus mejillas.

—¿Y qué piensa hacer? —la adulta se cruzó de brazos, mirándola fijamente—. No irá andando en medio del pasillo, ¿cierto?

Emu se puso una mano en la barbilla y entrecerró los ojos, pensando. Dió varias vueltas por la sala, hasta que finalmente se le ocurrió algo.

—¡Puede hacerse pasar por un guardia! —exclamó de repente.

El ojinaranja se alteró ante la repentina idea. ¡Ni loco haría eso!

—No creo que sea una buena idea, Emu-chan... —murmuró, intentando hacerla cambiar de opinión.

—Bueno, a lo mejor puede hacerse pasar por un sirviente personal —intervino la sirvienta—. Así podrá estar contigo.

—¡Sí, es genial! —Emu saltaba alegremente por la habitación.

Tsukasa soltó un suspiro de alivio al ver cómo no se tendría que ir, al menos no tan pronto. Era un poco difícil admitirlo, pero estaba disfrutando mucho su estancia allí.

Nunca antes había conocido a un gobernante en persona —exceptuando a Aoyagi, quienes eran tan cercanos como hermanos—, solo había intercambiado un par de cartas con algunos.

—Bien, en cuanto pueda conseguiré algo de ropa —miró fijamente a Tsukasa. Sin duda alguna, necesitaría un cambio—. Pero ahora la señorita Emu y yo debemos retirarnos.

—¡Métete en mi armario para que no te vean! —ordenó la pelirrosa.

—¿En tu armario...? —repitió el rubio, no muy convencido con aquello.

La sirvienta, acercándose a la puerta junto a la joven, dijo:

—Es mejor que estés debajo de la cama. No sé preocupe, me encargo de la limpieza de la habitación.

Dicho eso, ambas se fueron.

—¿Cuándo fue la última vez que visitamos este reino? —preguntó uno de los soldados una vez pusieron pie en la tierra.

—Eso no importa ahora mismo —el segundo guardia fulminó cada rincón con la mirada, como si en cualquier momento pudiera salir el príncipe—. Debemos ir al palacio y hablar con Aoyagi.

Se pusieron en marcha. Si bien no pasaron muy desapercibidos en las calles, trataban de aportar la menor información posible sobre el motivo por el que estaban allí.

—Si el joven Tenma llegara a estar aquí, ¿cree que nos lo dirían?

—Por supuesto —afirmó con total seguridad un soldado—. ¿Por qué pones en duda algo tan obvio?

—Bueno, ambos príncipes son prácticamente hermanos... Quizá le encubra.

El segundo guardia tragó saliva. Sí, era cierto. Desde que tienen memoria, ambos jóvenes se llevaban estupendamente bien. Por eso mismo, los dos reinos compartían grandes recursos, y sus habitantes congeniaban perfectamente.

—Nos aseguraremos de revisar hasta el último rincón del lugar —fue todo lo que dijo.

Casi sin darse cuenta, llegaron a la entrada del palacio. Había dos guardias a cada esquina, quienes se acercaron a ellos con total confianza.

—Es una sorpresa verles por aquí, ¿a qué se debe su visita?

—Nos gustaría echar un pequeño vistazo al palacio —comentó uno de los soldados—. Hace tiempo, el joven Tenma nos pidió una reforma, y pensamos que sería adecuado tomar otros castillos de referencia.

Los guardias se miraron entre ellos. Normalmente dudarían, pero ya que eran de confianza, les dejaron pasar.

Perfecto, ahora tendrían el palacio entero a su disposición.

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⏰ Última actualización: Jul 16 ⏰

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El deseo de una estrella [ Emukasa ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora