[ 5 ]

56 7 8
                                    

Tsukasa se encontraba sentado sobre su cama, balanceando las piernas. Emu había ido a desayunar, y le prometió traerle algo.

Fue el momento perfecto para que el ojiámbar pusiera en orden sus pensamientos.

—Vale, voy a repasar la situación... —murmuró para sí mismo—. Me escapé del reino, y a este paso ya deberán haber notado mi ausencia. Emu-chan me acogió aquí y, por ahora, nadie sabe nada.

Soltó un suspiro de frustración. No por el estrés de que les pillasen o por haberse arrepentido de escapar, si no porque había traicionado a su gente.

Se odiaba a sí mismo desde hace tiempo, pero sin duda aquella fuga fue la gota que colmó el vaso.

“¿Cómo es posible que Emu haya querido que esté con ella?” pensó, sin entenderlo. “Soy una persona terrible. ¿Tan sola se sentía?”

—¡Todo estaba muy bueno, gracias! —la pelirrosa se inclinó ligeramente hacia delante para agradecer el desayuno.

Salió del comedor, con el puño un poco cerrado. Había logrado robar una pequeña magdalena para Tsukasa. Sí, sabía que no era mucho, pero de todas formas le había dicho que no solía comer por las mañanas.

Evitando a toda costa a los sirvientes del palacio, entró a su cuarto. Con el repentino sonido de la puerta, Tsukasa se sobresaltó un poco.

—¡Tsukasa-kun, traigo el desayuno! —taradeó alegremente la joven, ofreciéndole el bizcocho.

—Emu-chan, te dije que no hacía falta... —al ver la mirada entristecida de su amiga, rápidamente tomó el dulce—. Pero gracias igualmente.

Su amistad se había fortalecido rápidamente. Las conversaciones entre ellos fluían, las bromas también, y compartían aquel lado oscuro de gobernar.

—Tener el peso de todo un país sobre tus hombros es agotador —confesó Emu, mirando por la ventana—. Pero supongo que ver a mi pueblo feliz me da ánimos.

—¿Cómo haces para soportar todo el trabajo? —escuchar a Emu decir aquello hizo que un ligero dolor se apoderara del pecho de Tsukasa—. Por más fuerzas que te dé la gente, ¿cómo puedes manejar todo sin estresarte?

Con una sonrisa, Emu se giró a verle. Él casi había acabado de comerse magdalena.

—Sí me estreso. Mucho, de hecho —era increíble cómo podía admitir cosas como esas sin perder la alegría y dulzura en su voz—. Pero no lo muestro públicamente.

—¿Y no te parece difícil hacerlo a veces? —el ojiámbar tiró la envoltura en una papelera que había en la habitación.

—Claro que sí. Es cuestión de acostumbrarse. Llega un punto en el que te sale solo, y no sabría decir si eso es bueno o malo —rió levemente.

De repente, montones de recuerdos cruzaron la mente de Tsukasa. Cuando todo se torció en su vida, no podía ponerle mal cara a su pueblo. Cuando perdió a la persona más importante para él, tuvo que mostrar una sonrisa y decir en un comunicado “No os preocupéis, todo saldrá bien”.

Lo cierto era que nada estaba saliendo bien. La exigencia y la tristeza le destruyeron por dentro, y por más que quiso aguantar, tuvo que huir.

¿Cómo reaccionará su país al enterarse de que había escapado de su responsabilidad? ¿Y los del reino? Seguramente le odiarían, pero no podía culparlos. Él también se odiaba.

—Dentro de unos minutos vendrán a por mí —Emu señaló un pequeño reloj que había colgado en la pared—. Tengo trabajo qué hacer, así que...

No quería dejar solo a Tsukasa y tentar su suerte, aunque no había opciones.

—¿Estaré seguro en el jardín? —preguntó el príncipe, algo preocupado.

—Lo dudo... ¡Pero no te preocupes! —suejtó a Tsukasa por las muñecas. Sí, su forma de animar las situaciones era un poco extraña—. Puedes coger algo de ropa para cubrirte y pasar desapercibido en el reino, o puedes ir a otro, o puedes esconderte dentro del palacio...

Las mejillas del príncipe se tiñeron de un rosa claro, principalmente por la poca distancia que había entre ambos, pero también por el esfuerzo que estaba haciendo Emu por mantenerlo a salvo.

—Creo... —tartamudeó, algo nervioso—. Creo que lo mejor será volver a mi reino. No quiero meterte en ningún problema, lo siento.

—¡No me vas a meter en problemas! —aseguró con firmeza—. Mira, no sé por qué huiste de tu reino, pero no quiero que vuelvas por obligación. Si necesitabas un descanso y no te lo quisieron dar, ¡tú solo lo conseguiste de otra forma!

—Huí del reino porque no podía más —confesó finalmente, dejando muda a Emu—. No necesito un descanso, necesitaba expresar mis sentimientos. Desde que...

—Señorita Otori, necesitamos... —la puerta de la habitación se abrió, dejando ver una sirvienta. Los tres se miraron fijamente. ¿Qué hacía el príncipe de United Stars en la habitación de la princesa?

✮ ⋆ ˚。𖦹 ★ ⋆。°✩

Holaa, solo quería disculparme por haber tardado tanto en actualizar.

Tenía el capítulo casi escrito entero, pero Wattpad me lo borró y me enfadé (sí, me enfadé por esa tontería). Finalmente pude volver a escribir desde cero y aquí está.

Gracias por vuestra paciencia conmigo, trataré de actualizar más seguido (⁠╥⁠﹏⁠╥⁠)

El deseo de una estrella [ Emukasa ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora