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A primera hora de la mañana, cuando el sol se asomaba por una esquina del cielo, el pánico y el caos gobernaban todo el palacio.

Como era de esperar, los guardias notaron la ausencia del príncipe. A orden del rey, ocultaron el incidente. Nadie del pueblo se imaginaba lo que estaba ocurriendo.

Antes de partir hacia otros reinos, buscaron hasta en el último rincón del castillo. Una vez se aseguraron de que el joven no estaba allí, fueron hacia el puerto para conseguir un bote.

―Buenos días, necesitamos un barco ―el marinero encargado de las navegaciones les reconoció enseguida.

―Ah, ¡por supuesto! Tengo uno especialmente para ustedes. Vengan, por aquí.

Les guió hasta un enorme barco. Tenía más de dos motores, y el material que usaron para fabricarlo era, sin duda alguna, de la mejor calidad y muy resistente.

―Si puedo preguntarles... ―su tono de voz era lo más amable posible―. ¿A qué se debe la navegación? ¿Ocurrió algo?

Los soldados se miraron entre ellos. No podían contar nada, debían obedecer al rey. Necesitaban una excusa rápida.

―El príncipe desea viajar a otros reinos, por lo que nos mandaron a revisar que todo sea seguro para él.

El marinero asintió, no parecía dispuesto a poner aquello en duda.

Les explicó brevemente como funcionaba y, que en caso de algún accidente, había varios botes salvavidas al fondo.

Ahora, tenían siete reinos en los que investigar. ¿En cuál podría estar Tsukasa? Sin ninguna pista, partieron hacia el reino más cercano, uno gobernado por el príncipe Aoyagi.

―¡Buenos días, Tsukasa-kun! ―Emu se sentó sobre su cama y se estiró un poco―. Ah, espera. ¿Puedo llamarte así?

Tsukasa seguía tumbado, con la mirada fija en el techo. Parecía estar muy ocupado pensando en sus cosas.

―¿Qué? Oh, sí. Puedes llamarme así, si quieres ―esbozó una dulce sonrisa, algo fingida.

Emu lo notó enseguida.

―¿No te sientes cómodo aquí? ―su expresión se apenó un poco―. Sé que todo ha sido muy repentino, pero... ¿De verdad quieres seguir en mi palacio? Te noto algo incómodo...

Tsukasa se giró para verla. Se sentó sobre la cama y un pequeño suspiro arrepentido se escapó de sus labios.

―No es nada, tranquila. Tan solo... ―con ojos algo cristalinos y llorosos, apretó las sábanas de su cama―. Me siento fatal. He abandonado mi reino y mi deber. Tú me acoges aquí, y lo que hice fue... No te lo agradecí como es debido.

―No tienes que agradecerme nada, de verdad. ―puso una sonrisa. No le gustaba ver triste a la gente, necesitaba alegrarle de alguna manera―. Tu compañía ya es demasiado para mí.

Tsukasa iba a decir algo, pero pensó en lo que eso conllevaría y decidió quedarse callado.

—Gracias, Emu-chan -murmuró―. Oh, ¿te puedo llamar así?

Emu asintió, con su emoción por las nubes e incapaz de ocultarlo.

―¡Claro que sí, Tsukasa-kun! ―los rumores que le habían llegado a Tsukasa sobre ella eran ciertos. Emu era capaz de alegrarte el día con tan solo su estado de ánimo―. ¡Wonderhoy!

―¿Uh? ―el joven se vió algo confuso al oír esa palabra. Rió por lo bajo―. ¿Qué significa Wonderhoy?

Emu alzó los brazos, haciendo un pequeño círculo y sonriendo.

―¡Wonderhoy! ―repitió―. No tiene un significado exacto, pero yo lo uso para representar alegría y felicidad.

Tsukasa imitó el gesto, con una sonrisa deslumbrante.

―¡Wonderhoy!

Pequeñas risas inundaron toda la habitación.

El deseo de una estrella [ Emukasa ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora