Capítulo 2: El destructor de Estrellas.

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Hikaru Kamiki estaba loco... o al menos así lo pensaba él.

Abusado a los 12 años, había sido víctima del cruel mundo del espectáculo. Su propia cordura pendía de un hilo. Luchaba constantemente por no caer en la locura.

Lo único que le gustaba hacer era actuar, dejando atrás todo su ser y convirtiéndose en alguien completamente diferente. Muchas productoras lo llamaban genio por su capacidad de actuación. Actuar era la única forma de escapar de su realidad.

Un actor era mejor o peor dependiendo de cuánto estuviera dispuesto a borrar de su ser para ser alguien diferente... O al menos así lo veía él.

Hikaru el modelo, Hikaru el actor, Hikaru la promesa más joven. Todos eran títulos que las revistas usaban para él.

Todo aspirante a actor sabía quién era, todos querían ser el gran actor, Hikaru. Pero nadie quería ser Hikaru Kamiki, el niño roto por dentro.

Las pesadillas seguían siendo más frecuentes; llegó al punto de consumir pastillas para poder dormir mejor. Airi Himekaya, la mujer que no solo abusó de él, sino que también quedó embarazada de su bastardo. La mujer que lo rompió.

Esa bruja no solo quedó impune, sino que también logró hacer pasar a su bastardo como hijo de su esposo.

Ella era la causa de todo esto, ¿por qué estaba haciendo todo lo que estaba haciendo? La oscuridad de la noche envolvía todo a su alrededor. Caminaba hacia una pequeña cabina telefónica.

La única luz que alumbraba la calle provenía de un faro ubicado encima de la cabina. Fijaba su destino. Todo su conjunto de ropa evitaba que fuera reconocible; tomaba cada medida posible.

Su abrigo cubría todo su cuerpo, junto con una mascarilla y un sombrero de lana que eran lo único que llevaba. Se encerró en la cabina.

De su bolsillo sacó un papel con una serie de números inscritos en él. Movió todas sus influencias para poder conseguirlo.

Solo quedaba rezar para que él hiciera el resto. Marcó la serie de números, cada vez más lento. La duda se asomó en su mirada.

"¿Realmente quiero esto?" Apenas dijo estas palabras, una montaña de recuerdos dolorosos se abalanzó sobre él.

Desde que nació nada fue fácil. Un niño huérfano que lo único que quería era una familia feliz.

Pero en cambio, una productora se interesó en él. Una vida que debió ser feliz y alegre fue cambiada por extenuantes horarios de modelaje y actuación.

El teatro Lala Lai fue el único lugar donde pudo sentir algún tipo de consuelo. Ahí la gente lo trataba como lo que era, un niño.

Ayudó bastante que la mayoría de actores rondaran entre 11 y 13 años. Ahí conoció a una chica.

Tenía que admitir que le llamó la atención en cuanto la miró. Y cómo no hacerlo. A diferencia de las otras féminas del grupo, ella era la única que no estaba arreglada con maquillaje y ropa cara.

Parecía una campesina, aunque él no estaba para juzgarla en esos momentos; su propio manager era quien le escogía la ropa para ir a eventos así. A diferencia de sus otros compañeros, ella era distante y no tenía intenciones de socializar.

Lo más llamativo fue su cabello morado, que ondeaba en el aire sin ninguna restricción, incluso cuando estaba sin arreglar. Junto con sus ojos del mismo color, que eran fríos y distantes.

Fue algo atrayente para él. Y sin darse cuenta comenzaron a hablar como amigos de toda la vida. El cabello antes desaliñado no solo fue peinado, sino que también todo su ser cambió para bien.

El Lindo Barista Rubio.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora