Emma llegó a París, y se instaló en el hotel que le había reservado la empresa. Se sintió extraña, y un poco sola. Se preguntó cómo estaría Jenna, si la echaría de menos, si la llamaría, si la querría. Se preguntó cómo sería su trabajo allí, con el idioma, con el equipo, con el proyecto. Se preguntó cómo sería su vida allí, con la cultura, con el ambiente, con las oportunidades.
Emma y Jenna se llamaron por teléfono, y se contaron cómo les había ido el día. Se dijeron que se echaban de menos, que se necesitaban, que se querían. Se dijeron que todo iría bien, que se apoyarían, que se animarían. Se dijeron que pronto se verían, que se viajarían, que se abrazarían. Se dijeron que se esperarían, que se extrañarían, que se querrían.
Y así, día tras día, la situación se fue adaptando. Emma se acostumbró a su trabajo, y se ganó el respeto y la confianza de su equipo. Jenna se acostumbró a su soledad, y se dedicó a su pintura y a sus amigas. Ambas se acostumbraron a su relación a distancia, y se comunicaron con frecuencia y con cariño. Ambas se acostumbraron a su nueva vida, y se esforzaron por ser felices y hacer feliz a la otra.
Pero también, día tras día, la situación se fue complicando. Emma se involucró más en su proyecto, y tuvo que viajar a otros países, a reunirse con clientes y proveedores. Jenna se involucró más en su pintura, y tuvo que exponer en otras ciudades, a mostrar su arte y su talento.
Ambas se involucraron más en sus intereses personales, y tuvieron menos tiempo y menos ganas de hablar con la otra. Ambas se involucraron más en sus nuevas vidas, y se sintieron más lejos y más ajenas a la otra.
Emma y Jenna se llamaron por teléfono, y se contaron cómo les había ido el día. Se dijeron que se echaban de menos, que se necesitaban, que se querían. Pero también se dijeron que estaban cansadas, que estaban ocupadas, que estaban confundidas. Se dijeron que todo iría bien, que se apoyarían, que se animarían. Pero también se dijeron que no sabían cuándo se verían, que no podían viajar, que no podían abrazarse. Se dijeron que se esperarían, que se extrañarían, que se querrían. Pero también se dijeron que no sabían hasta cuándo, que no sabían cómo, que no sabían por qué.
Y así, día tras día, la situación se fue deteriorando. Emma se sintió más sola, más triste, más vacía. Jenna se sintió más sola, más triste, más vacía. Ambas se sintieron más solas, más tristes, más vacías. Ambas se dieron cuenta de que algo no iba bien, de que algo se había roto, de que algo se había perdido.
Jenna se sentía cada vez más sola, más triste, más vacía. Su relación con Emma se había enfriado, y apenas se comunicaban. Jenna echaba de menos a Emma, pero también se sentía decepcionada, frustrada, enojada. Se preguntaba si Sofía la quería, si la extrañaba, si la esperaba. Se preguntaba si valía la pena seguir con esa relación, si tenía sentido seguir con ese matrimonio, si tenía futuro seguir con ese amor.
Un día, Jenna decidió salir de su casa, y distraerse un poco. Se fue al museo, donde había una exposición de pintura que le interesaba. Allí se encontró con una obra que le llamó la atención, que le gustó mucho, que le inspiró. Era un retrato de una mujer, con una mirada profunda, una sonrisa enigmática, una melena roja. Lucía se quedó contemplando el cuadro, admirando los detalles, imaginando la historia.
De repente, escuchó una voz a su lado, que le habló con simpatía, con curiosidad, con admiración.
—Hola, perdona que te moleste. Es que me he fijado en ti, y en cómo mirabas el cuadro. Parece que te ha gustado mucho, ¿verdad?— le dijo la voz, que pertenecía a una chica joven, guapa, simpática.
—Hola, no me molestas. Sí, me ha gustado mucho. Me parece una obra muy bonita, muy expresiva, muy original. ¿Y a ti?— le respondió Jenna, con educación, con sorpresa, con interés.
—A mí también me ha gustado mucho. Me parece una obra muy bella, muy emotiva, muy personal. ¿Sabes quién es el autor?
—Sí, lo sé. Es un pintor que se llama Carlos, y que es amigo mío. Lo conozco del curso de pintura al que voy. Él es uno de los profesores, y yo una de las alumnas. Es un gran artista, y una gran persona.
—Vaya, qué casualidad. Yo también lo conozco, pero de otro ámbito. Soy periodista, y trabajo en una revista de arte. Hace poco le hice una entrevista, y me pareció un tipo muy interesante, y muy humilde. Me gustaría volver a hablar con él, y felicitarle por su obra.
—Pues quizás tengas la oportunidad. Hoy hay una inauguración de la exposición, y él va a estar presente. Yo voy a ir, y si quieres, te puedo presentar.
—¿De verdad? Me encantaría. ¿Te importa si te acompaño?
—No, claro que no. Me gustaría que me acompañaras.
Y así, Jenna y la chica se fueron juntas a la inauguración, donde se encontraron con Carlos, y con otros artistas y amigos. Jenna le presentó a la chica, que se llamaba Maddie, y que era muy agradable y divertida. Maddie felicitó a Carlos, y le hizo algunas preguntas sobre su obra. Carlos le agradeció, y le contó algunas anécdotas sobre su proceso creativo.
Jenna y Maddie se llevaron muy bien, y se sintieron muy cómodas y felices juntas. Se gustaron, se atrajeron, se conectaron. Se dieron sus números de teléfono, y se propusieron volver a verse. Se despidieron con un abrazo, y con una mirada que lo decía todo.
Jenna volvió a su casa, y se sintió diferente. Se sintió más animada, más ilusionada, más viva. Se preguntó qué pasaría con Maddie, si la llamaría, si la vería, si la querría.
Se preguntó qué pasaría con Emma, con su vida, con su relación, con su amor.
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Emociones | Jemma
FanfictionLos retratos femeninos de Jenna Ortega están inspirados en una historia de amor, de deseo, de drama o dolor que refleja en sus sensuales pinturas. . . . . Las pinturas de la portada y los encabezados son de Ivana Besevic, un muy bello estilo y repre...