Capítulo XIII

5K 592 72
                                    

Era culpa suya, pensaba Max. Había sido un arrogante, un imbécil ¿Por qué lo había dejado así, sin darle una explicación? Había pensado en volver a San Petersburgo esa misma noche, pero si era sincero consigo mismo debía admitir que habría encontrado algun motivo para no hacerlo.

¿Por qué?

Por que era un cobarde. Por que no quería enfrentarse con sus miedo. Se le daba muy bien escapar de las emociones que no quería sentir. Llevaba años haciéndolo, subsistiendo a base de odio y ambición. Y por fin estaba pagando el precio.

No sólo el, sino Sergio y su bebé.

Cuando vio las manchas de sangre en el suelo y lo tuvo inconsiente en sus brazos, pensó que iba a perderlo, juro que entregaría todo lo que tenía, hasta su último rublo, si Dios escuchaba su ruego y le salvaba la vida.

Alguien había escuchado por que Sergio estaba bien.
Él y el bebé. le habían dicho los médicos. El alivio lo había abrumado de tal modo que tuvo que sentarse cuando le dieron la noticia que Sergio había dejado de sangrar y podía irse a casa, aunque tendría que guardar reposo por un mes.

Cuando entro a la habitación, Sergio estaba sentado en la cama, con sus manos sobre su regazo.

–Estás muy pálido, lybimaya moya.
–Lo siento, Max–Dijo entonces–He puesto al bebé en peligro y no puedo perdonarme a mí mismo...
–No, por favor, no es culpa tuya–Lo interumpió Max abrazándolo–No llores, Sergio.
–No quería que te fueras así, por eso vine a Moscú. No quiero estar solo otra vez. Quiero lo que habíamos tenido estas últimas semanas.

Max no podía hablar, sólo podía abrazarlo para ofrecerle consuelo. Le parecía tan bello y frágil, que no quería soltarlo nunca.

–No, eso no es verdad–Dijo Sergio, entonces sacudiendo la cabeza.
Y a Max se le encogió el corazón. Iba a decirle que no lo quería, que estaba harto. Era el castigo por su obstinación, por su incapacidad de ver la verdad.

–Dime lo que quieres y sera tuyo–Le ofreció. Aunque quisiera marcharse, lo dejaría ir. Lo que fuera con tal de hacerlo feliz.

–Quiero algo más, Max–Dijo Sergio entonces.–Quiero que sientas lo que yo siento, no estoy dispuesto a vivir con un hombre que no me quiere. Me he pasado la vida complaciendo a los demás y quiero que alguien cuide de mi para variar. Y si tu no puedes darme eso, necesito saberlo ahora. por que aunque te quiero, no voy a quedarme en tu palacio esperando que algun día tu sientas lo mismo.

Era tan orgulloso, tan asombroso, tan decidido. Y él removería cielo y tierra para hacerlo feliz. Haría cualquier cosa por Sergio.
Lo que sentía en aquel momento era tan poderoso que tuvo que ponerlo en palabras:

–Te quiero–Dijo por fin, pero la frase sonaba ronca, estrangulada–Te quiero–Repitió, con más fuerza esta vez.
–Solo lo dices por que crees que es lo que espero escuchar.

Max entendía que no le creyera. Sergio pensaba que era un hombre implacable, que había intentado seducirlo para conseguir información, que haría lo que fuera para ganar.
De modo que clavó una rodilla en el suelo, frente a la cama, y le tomó la mano.

–Esto no se me da bien–Le confesó, con el corazón encogido–No se como decirte que eres la persona más importante del mundo para mí, que estaba muerto por dentro hasta que apareciste en mi vida. No se decir las palabras adecuadas, Sergio. Ti nuzhna mne, ya tebya lyublyu. Eso es todo lo que se.
–¿Qué has dicho?–Le preguntóSergio con la voz rota.

–He dicho que te amo, que te necesito.
–Me gustaría creerte, pero...
–Por ti, ire a ver a Lewis y a Elena.
Sergio nego con la cabeza.
–Max... yo quiero que vayas a verlos por ti, no por mí. Quiero que estés convencido de que eso cerrará la herida por fin.

El Príncipe Ruso.  ❉Donde viven las historias. Descúbrelo ahora