Capítulo III

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Max notó el cambio en Sergio. Un minuto antes estaba llorando desconsoladamente, al siguiente se había puesto de puntillas para devolverle el beso.
Y era una tentación, más que eso, Max dejó que lo besara, luchando contra su propia reacción. Sabia a la sal de sus lágrimas y a tristeza y, no sabía por qué queria ayudarlo.

Era su mayor defecto, aquel deseo de proteger y consolar a quienes lo necesitaban. Había pasado años luchando por su familia, años que habían sido una carga...

Pero no había nada que pudiera hacer por aquel chico. Aunque sería muy fácil aceptar lo que le ofrecía, tan fácil tomarlo en sus brazos y llevarlo a su dormitorio, pero no iba a hacerlo.

No estaba besándolo por que lo deseara, estaba haciendolo para demostrarse algo a sí mismo. Y a Max no le apetecía ser el objeto en el que descargara su rabia y su desilusión.

Su reacción ante la noticia de que su hermano y Hamilton eran amantes no había sido como el esperaba. Lo había creído un hombre frío y calculador realizando una misión para sua amante. No se había parado a pensar en que tal vez estaba preocupado de verdad o que no sabía que su hermano no estaba perdido si no en la habitación de Lewis.

No le gustaba lo que le habían hecho sentir sus lágrimas, pero la desesperación de aquel beso lo había conmovido.
Por que le recordaba cosas que quería olvidar. Recuerdos de un hombre pálido y triste en la cama de un hospital, con los labios resecos y una solitaria lágrima deslizándose por su mejilla mientras susurraba que lo quería mucho...

La última persona que lo había amado en este mundo había muerto y él no había podido salvarlo porque, aunque era un príncipe, entonces estaba arruinado y no había podido pagar el mejor tratamiento para la leucemia.

Tras la muerte de Lando, había jurado por su memoria que no volvería a ser pobre el resto de su vida. Y se vengaría del hombre que le había robado todo antes de volver a Estados Unidos con las escritura de las tierras que su madre había malvendido y el petróleo que había en ellas.

Anthony Hamilton los había dejado en la ruina y, aunque para ayudar a Lando sólo necesitaría una minúscula fracción de la fortuna que había amasado con sus tierras, se había negado a ayudarlo.

Max había reunido dinero para viajar a Dallas y suplicarle por la vida de su hermano, pero se había encontrado con un frío desdén por parte de Anthony Hamilton. Aunque se recordaba a si mismo en la oficina, en uno de los rascacielos de la ciudad, atónito y enfermo al ver la tanta ostentación. Él había querido esa vida para su familia y loponía enfermo pensar que la habrían tenido si aquel hombre no se la hubiera robado.

Una vez que Lando murió. Max creó Prospecciones Verstapen gracias a su coraje y a su título de ingeniero por la universidad de Moscú. Anhelaba más que nada en el mundo recuperar todo lo que había perdido y destruir a Lewis Hamilton en el proceso.

Había tardado años, pero estaba en la cima del éxito y tenía la victoria sobre los Hamilton cada vez más cerca. Si pudiera dar marcha atrás en el tiempo y salvar la ida de su hermano, devolvería todo su dinero y abandonaría la idea de vengarse...

Pero no había marcha atrás. La vida seguía adelante por mucho dinero que tuviera. El dinero no había ayudado a Anthony cuando llego su momento y no ayudaría a su hijo cuando Max por fin consiguiera el control de la empresa Hamilton.

Max apartó suavemente a Sergio y, por un momento, pensó que iba a ponerse a llorar de nuevo. Pero no lo hizo; se abrazo a sí mismo y lo miró con los ojos llenos de dolor.
Era imposible no sentir compasión por él. Esas lágrimas habían sido reales, fuera cual fuera la razón por la que estaban allí.

Y tal vez, sólo tal vez, podría utilizar su furia contra Hamilton a su favor. Era su secretario y debía tener información sobre el negocio.
Una información que el podía utilizar.

El Príncipe Ruso.  ❉Donde viven las historias. Descúbrelo ahora