Capítulo 5

2.7K 270 82
                                    



Ikari


—¿Estás bien? —pregunta Asen en el auto. —Puedes hablar conmigo.

Desvió la vista a la ventanilla

—Solo quiero encontrar a ese malnacido y saber el origen del veneno.

—Es lo que haremos, pero no fue eso lo que pregunté.

Suspiro recogiéndome el cabello en una coleta para evitar que caiga sobre mi cara.

—No, es obvio que no estoy muy bien ahora. —respondo. —Me trataron de matar, me golpearon, me ahorcaron y ahora el Coronel está más cerca de la muerte que de la vida, así que no, Asen, no estoy bien.

Se queda callado por un rato.

—Perdon.

—¿Por qué? —indago sin comprender.

Se adentra en la ciudad.

—Por ponerte en esta situación, por ser con quién te tienes que casar.

Observo el anillo que llevo en la mano, con otro dedo toco el relieve de la rosa.

—Tranquilo, no es tu culpa. —sacudo la cabeza. —Yo también podría decir lo mismo.

Forma una sonrisa de lado.

—Bueno, puede que un día nos divorciemos.

Sonrío.

—O puedo que muera y te quedes viudo.

—Tambien puedo ser yo.

—O ambos. —termino. —No conocemos el mañana.

Asiente disminuyendo la velocidad

—Pero si lo que pasará ahora. —se detiene frente al restaurante. —¿Estás lista?

Recibo el arma con silenciador que me pasa.

—Si.

Subo la capucha de mi sudadera y sigo a Asen cruzando la calle. Él lleva el arma de fuera, oculta contra su cuerpo y le señalo la puerta de emergencia, pero la ignora y entramos por la principal.

Hay poca gente, dos meseros están limpiando las mesas, pero no es ninguno de ellos, así que niego cuando Asen intercambia una mirada conmigo. Camino más adentro y entonces lo veo, trayendo un plato hacia una de las mesas junto al ventanal.

Le hago una señal a mi acompañante y este no tarda en inmovilizarlo logrando que suelte el plato llamando la atención de las personas.

—¡Todo el mundo largo! —exclamo. Nadie se mueve. —¡Ya!

Suelto un par de disparos a las ventanas rompiendo el cristal en miles de pedazos cuando se me termina la paciencia. Todos salen apresurados.

—Ustedes no. —apunto a la cabeza del que está en la caja. —Quietos o quedaran igual que el cristal.

Todos levantan las manos en lo que Asen sienta en una de las sillas al hombre que me atendió hoy. No puedo creer como he venido aquí seguido con mi hermana y esto pasa hasta ahora, pero debo admitir que en el fondo me tranquiliza que a la que hayan atacado sea a mi y no a ella.

—¿Qué? —me acerco al chico. —¿Te sorprende verme?

—No sé de qué hablan. —le tiembla la barbilla. —Juro que no sé nada.

Coloco el cañón del silenciador en su pierna.

—Solo voy a preguntar una vez antes de soltar una bala y atravesar tu pierna ¿Te queda claro? —asiente. —¿Qué veneno fue el que pusiste en el helado?

Prohibida Tentación 4Donde viven las historias. Descúbrelo ahora