Capítulo 12

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Ikari Meyer


Cuando despierto, estoy sola en cama, con las puertas del balcón abiertas y las finas cortinas siendo movidas por el viento fresco de la mañana. Me quedo recostada un par de minutos más, girando para observar el lugar donde Elijah durmió.

Sé quedó toda la noche

La puerta de la habitación se abre y entra la misma mujer de servicio, trayendo una nota en una bandeja con el desayuno.

—Es para usted, señorita.

—Gracias.

Lo primero que hago es abrir el sobre, sacando la nota.

«Desayuna y baja, te espero en el jardín»

Sonrío haciendo lo que pide. Me como hasta la última galleta de avena con chispas que hay en el plato y bebo hasta la última gota de chocolate caliente antes de levantarme de la cama e ir directo al baño.

Tomo mi tiempo para buscar un lindo outfit, me doy una corta ducha, me peino el cabello y tomando en cuenta el día nublado que está haciendo hoy, al igual que el fresco, busco una gabardina para sentirme más cálida.

Con el paso de los días ya no necesité chaperon, ahora puedo andar sola por los pasillos de la casa como si hubiera vivido aquí toda mi vida. Elijah confía en mí y hasta ahora sabe que la idea de escapar, no está en mis planes, no hasta que sepa con exactitud qué es lo que él quiere hacer.

Salgo a la parte trasera del jardín, encontrándolo de pie al lado de un hermoso caballo negro como la noche.

—Daremos un paseo.

No protesto para nada y permito que me ayude a subir empujándome de las caderas. Me siento encima del caballo con las piernas abiertas y espero a que él suba justo detrás de mí.

Es él quien toma las riendas del caballo y comenzamos a andar. El día está nublado y parece que anoche llovió, porque el pasto está ligeramente húmedo.

—Escocia es un lugar tranquilo. —comento. —Podría vivir aquí mucho tiempo.

—Es un buen lugar para pensar.

Suspiro.

—Quieres que hable ¿Cierto? —acaricio el pelaje del caballo. —Pero si lo hago tengo miedo de que…

—¿De qué no te mire igual? —asiento. —Eso no pasará, te lo puedo asegurar.

—Desde pequeña me gustó bailar, mi abuela me animaba a hacerlo, aunque a mí hermana no le gustaba tanto, siempre me acompañaba. —sonrío ante el recuerdo. —Así que a la edad de ocho años le pedí a mi madre que nos llevará a una academia, ella se negó y era obvio porque lo hacía, la seguridad de nuestra familia no se podía poner en riesgo.

—¿Y que la hizo cambiar de opinión?

—Mi abuela. —susurro. —Ella la convenció, le dijo que estaríamos bien y que nos haría bien, en especial a mi, que lo único que hacía era estar sentada en la ventana todo el día, no había nada que llamara mi atención, hasta que miré en televisión una clase de danza y algo dentro de mí me animo a querer hacer lo mismo.

El sendero que seguimos va directo a una pequeña montaña en donde la neblina se hace notar.

—Akari hizo amigas enseguida, ella siempre ha sido más amigable que yo. —admito. —Es algo muy particular de ella, es tan tierna.

—No lo dudo.

—En fin. Comenzamos las clases, las maestras de danza eran increíblemente buenas y así pasaron los años, tres años después, ambas teníamos casi doce años. A lo largo de ese tiempo, habíamos estado en recitales, siempre con máscaras, para evitar ser reconocidas y de eso se encargaba mi abuela. —explico. —Hasta que un día, llegó él, el nuevo profesor de danza.

Prohibida Tentación 4Donde viven las historias. Descúbrelo ahora