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Cellbit se presentó frente a mi casa como siempre lo hacía, a la misma hora, con el mismo uniforme escolar y acompañado de una sonrisa juguetona. Al contrario, yo me encontraba con unas ojeras hasta el suelo, al menos así luciria de ser físicamente posible. La noche anterior no fue la mejor, definitivamente no; no fui capaz de dormir las horas necesarias por dedicarme a sobrepensar la mitad de la noche.

Tal vez era el hado desafortunado que decidió desafiarme, tal vez era el karma que decidió actuar fuertemente sobre mí ese día, pero independientemente de quién o qué fuera el motivo de mis desgracias amorosas, condenarlo no quitaría de mi rostro las ojeras, ni mucho menos recuperaría las horas de sueño perdidas.

La idea de confesarme significaba un revoltijo de emociones que se intensificaba al estar cerca de él. Los "¿qué tal si...?" eran claras huellas de mi miedo al rechazo. Todas esas dudas, inseguridades y suposiciones no me dejaron dormir por la noche.
Necesitaba hacer algo al respecto.

— Guapito, ¿acaso no dormiste nada anoche?

Cerré la puerta detrás de mí y simplemente negué algo avergonzado porque él lo notara.

— No, no logré dormir mucho. ¿Y tú, sigues resfriado? — Hice una pausa para observar su vestimenta. —Mamá dijo que te pasó por no abrigarte. Y yo creo que tiene toda la razón.

Lo vi rodar los ojos cuando escuchó mi opinión, así que le di un leve codazo en respuesta.

— Es verdad, estamos en pleno invierno, Cell. Y tú no pareces darte cuenta.

— Es que me gusta que cuides de mí cuando estoy resfriado. — Bromeó.

Eran esas bromas pequeñas, esos coqueteos juguetones que lograban alborotar mis pensamientos. A pesar de que solo eran eso, solo juegos de su parte, cuando jugaba conmigo de esa forma, por un instante lo sentía real; luego, en mí se presentaban aquellos llamados de realidad que eran enviados para tranquilizar el palpitar de mi corazón.
¿Está bien que sienta todo esto? Solo son juegos, después de todo, para él éramos solamente amigos.

El resto del camino solo fue un rutinario camino a clases para ambos. Exceptuando el hecho de que no podía evitar fijarme en lo bonito que se veía esta mañana, en como sus ojos azules se cerraban ligeramente cuando sonreía.
Nunca había visto ese color azul, nunca tan precioso como sus ojos.

Cualquiera que presenciara aquella escena podría afirmar que mis sentimientos por él sobrepasan los límites de una amistad, y yo le daría la razón.

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No lograba comprender, en primer lugar, la clase de física y, en segundo lugar, lo mal que me sentaba el amor.

Tina, mi amiga, podría pasar horas hablando de su novia, Bagi, la hermana de Cellbit. Se encargó de mantenerme al tanto de su historia de amor, y no es que no agradezca su confianza ni que no sea de mi interés; es mi amiga, y claro que me interesa.

Pero en ese momento me hizo preguntarme: ¿cómo es tan fácil para ellas? ¿Por qué para mí el amor resultaba en sobrepensar constantemente? No era algo grato, sinceramente.
Aunque Tina sobrepensaba, que es algo presente en su relación actual, y yo soy consciente de eso. Pero ella sobrepensaba en situaciones distintas a las mías, por ejemplo, al cumplir un mes de novias. Durante una semana entera (no estoy siendo exagerado) estuvo cuestionando el regalo, pensando en que debía ser algo hermoso y significativo para ambas, pero no tan grande porque tan solo llevaban un mes, y ella no quería verse muy intensa. Eran cosas adorables si se pensaban bien.

Lamentablemente, no puedo pensar lo mismo de mí, al contrario yo siento dolores estomacales simplemente por sobrepensar. Sí, es horrible que mi cuerpo reaccionara de esa manera.

Me encontraba sentado frente a la adorable pareja de chicas, pero aunque no fueran las únicas en la mesa, la dulce escena de ellas charlando tan cercanas, tan cómplices la una con la otra, despertó nuevamente dudas en mí. Tal vez el amor no sea para mí, pero cómo me encantaría que sí lo fuera y Cellbit se diera cuenta de lo mal que me trae. Pero ese no era el caso.

— Guapito, ¿estás bien? — consultó. Me encantaba su manera de leerme; siempre sabía cuando pensaba de más, cuando estaba triste, y siempre supo cómo cambiar eso, cómo lograr hacerme sentir bien de nuevo. Solo suspiré pensando en qué responder.

— Sí, solo estoy cansado, solo necesito dormir. Es eso. — le sonreí.

Él solo asintió y se acercó a mí, reposando su cabeza en mi hombro.
Mi corazón se derritió en ese momento. Tal vez Cell sí sabía cómo me sentía, y él reconocía que su cercanía me lograba calmar. Tal vez él era consciente de mis sentimientos por él; me asustaba.

Pero por ahora solo me dediqué a disfrutar del aroma de su perfume debido a su cercanía, tan dulce, tan perfecto, tan indicado para él. Ese aroma tan particular, esa calma que sentía al estar rodeado de él, solo le pertenecían a él.

Luego me di cuenta de que Quackity observaba la escena. Me dedicó una sonrisa, siguió comiendo y escuchando atentamente a Jaiden.

— Gatinho, termina tu comida.

Se separó de mí y me miró frunciendo las cejas. Tan tierno.

— Ves cómo arruinas el momento. Eres tan poco romántico.

Tal vez no mentía. Me lo guardé para mí y simplemente negué sonriendo.

Delicate • guapoduoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora