Seis

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Sus labios quemaban ante la piel de la contraria, se derretían bajo el tacto de este.

La caliente piel hacía contraste con la fría cerámica que cubría el piso.

El tapete estaba a un lado junto a la tela.

Los besos de Danielle descendieron hasta los pechos de la mayor, jugando con estos mientras que sus manos se hacían cargo de su intimidad, jugando con la tela que la cubría, que minutos más tarde, estría tirada por algún lugar de ahí.

Haerin se limitaba a soltar tímidos gemidos y jadeos que resonaban por la habitación.

Los dedos de Danielle entraron en acción; retiraron la pieza de tela con sumo cuidados, como si de porcelana se tratase.

Comenzó a mover su dedo anular en círculo, haciendo que la joven cerrara sus ojos ante tanto placer. La mayor sonrió con nerviosismo, no sabía si lo que hacía estaba bien o mal, era una total inexperta en ese ámbito; solo se guiaba por su intuición y excitación del momento.

-Dios...- murmuró Haerin por lo bajo luego de unos segundos estimulando el área.

Haerin creía en Dios, pues era Danielle.

Pasado unos segundos del murmullo, decidió introducir uno de sus largos dedos a la entrada de la menor, con delicadeza y lentitud.

Un gemido se escapó de los labios de la contraria, la cuál disfrutaba de la sensación de ser tomada por Danielle.

Comenzó a moverse con una lentitud desesperante para Haerin; necesitaba más.

-Más...- salió casi en un susurro desesperado.

Danielle aceptó las órdenes e introdujo un dedo más, comenzó a moverlo en diferentes direcciones, haciendo que Haerin se removiera, de placer.

Esta vez, Danielle sonrió más confiada; lo estaba haciendo bien.

La luz se filtraba a través de las finas cortinas que tapaban las ventanas, creando figuras sin formas en el piso y paredes.

Las caderas de Haerin se movían al compás de los dedos de Danielle, lentamente armonioso.

Pasado unos segundos, Haerin soltó un gran gemido, seguido de murmullos indicando que sería su clímax. sus manos atrajeron el cuerpo de Danielle para acercar su rostro y besar sus labios. Se movían en un compás digno de tocar, en una danza digna de bailar, en una canción digna de cantar.

Una vez en el clímax, Danielle salió de ella y nuevamente unió sus labios en un ritmo lento mientras las luces cubrían sus desnudos cuerpos.

Haerin era una obra de arte por si misma.

Paint me (Daerin)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora