Xie Lian creía que tenía mala suerte, que el destino se había alineado para hacerlo sufrir y asi nunca conocería la paz. A su corta edad, Xie Lian ya había experimentado tantos traumas para convertirse en un loco. Aún así, se aferraba a sus ideales como si fueran lo único que lo mantenía en este mundo.
-¡San Lang! -la sangre había escurrido por todo el filo de aquella espada. El Príncipe, que antes estaba lleno de risas y vida. Se había marchitado como una flor en otoño. La tez de su rostro era tan pálida como la nieve de las montañas y sus ojos estaban rodeados de moretones rojos debido a todas las lágrimas que había derramado.
No había podido llorar la muerte del chico. Su cuerpo había sido arrastrado como un saco de papas mientras al dragón joven se lo llevaban para hacerle daño y no dejar a su alma en paz. Había una extraña costumbre en el reino que decía: un cuerpo al morir debe de mantenerse en óptimas condiciones. Si el cuerpo de San Lang era cortado y después vendido, ¿Qué le esperaba en el más allá?
Xie Lian se había arrodillado. Había rogado, pero su padre no se veía contento.
-Por fin hiciste tu trabajo, siéntete orgulloso y olvídate de ese maldito dragon.
A partir de ese día, Xie Lian dejó de comer.
Muchos creían que el pequeño príncipe quería matarse de hambre. Pero la realidad era muy alejada de aquello. Cada que comía carne, su estómago se revolvía al pensar que la carne de San Lang había sido arrancada de sus huesos. Para matar a un dragón, hay de despellejar lo y sacar sus vértebras. Cuando San Lang había sido capturado por su culpa, su maestro llegó días después con las vértebras del dragón. Xie Lian se sintió devastado, y ya no pudo comer a partir de ese día.
El pequeño príncipe estaba ojeroso después de tanto llorar. Sin embargo, un príncipe nunca debía de caer. Era la ley del reino. Su maestro se convirtió en un ser despiadado con el tiempo. Al cabo de unos meses, un grillete estuvo al rededor de su cuerpo y Xie Lian perdió el control de si mismo.
Su padre no había refutado, parecía complacido de que el chico fuera ya capaz de cazar. Lo que significaba que el reino viviría en paz por muchos años. Por fin la gloria se asomaria a las montañas y su hijo podría ser un rey digno.
Pero Xie Lian sufría cada día. El dolor de su corazón y el no poderse mover a voluntad lo consumía cada vez más.
-Guoshi.
Susurró en su cama, el guoshi, entró lentamente, sentándose en un lado y mirando enfrente.
-¿Ya has aprendido de tus errores?
-¿Dónde está el guoshi Mei? -le interrumpió.
El ahora proclamado Guoshi, miró un segundo a Xie Lian y sonrió.
-El ya no es más tu maestro. Yo, Jun Wu, he jurado estar a tu lado, te trato así porque es el deber de un príncipe matar a los dragones y beber la sangre de dragon, ¿Lo has olvidado?
Xie Lian cerró la boca y un terrible presentimiento pasó por su estómago.
Mañana es tu ceremonia, es momento de que te vuelvas digno.
***
Xie Lian sintió el dolor del grillete en su cuerpo. Sus padres no habían cuestionado el uso de magia de parte del Guoshi, Jun Wu, era extraño, mientras más lo analizaba. Ese tipo de ataduras solo se había visto en la era de Gudu. Pero parecía que sus padres estaban más complacidos de que fuera un verdadero Principe, a buscar la verdad.
La vestimenta de Xie Lian estaba llena de oro. Para esa época, nadie había visto a un príncipe tan hermoso como él. Su cabello largo caía sobre sus hombros y el sedoso pelo que parecía hilos de oro. Reflejaban los rayos del sol. Sería admirable de observar si el príncipe no tuviera un rostro tan lamentable. A pesar de su sonrisa, sus ojos mostraban pesadez y dolor.
La multitud estaba reunida para ver a su príncipe convertirse en un dios. Xie Lian se hincó y Jun Wu hizo al público callar mientras los reyes parecían orgullosos de algo que no era.
-Estamos aquí, para presenciar la ceremonia de nuestro príncipe. Será el día en que la inmortalidad llegará y lo iluminará.
Jun Wu caminó alrededor de Xie Lian y el chico alzó la mirada. Dentro de esos ojos podía ver algo extraño, y cuando el maestro tocó su cuello, pudo sentir unas escamas.
Xie Lian no podía gritar, no podía hacer nada.
-Es momento de que bebas la sangre del primer dragón que mataste, con esa sangre, serás divino.
¿Cuánta mala suerte podía tener una persona?
Xie Lian se estremeció, intentando huir, sin embargo el grillete maldito lo retuvo en su lugar. Las lágrimas comenzaron a salir de sus ojos y cuando menos lo esperó, la sangre comenzó a bajar por su garganta.
San Lang... Su San Lang... Le había prometido seguridad y ahora estaba bebiendo su sangre como un animal.
Xie Lian no supo en qué momento se desmayó.
Pero la sombra al reino apareció, el príncipe comenzó a comportarse como alguien diferente. Comenzó a matar dragones y monstruos, y pronto comenzó a comportarse como un animal.
Xie Lian lloraba todas las noches, su cuerpo ya no le obedecía y tenía que dejarse llevar por el dolor de matar a inocentes. Quería morir, quería que le atravesarán miles de espadas. Estaba cansado.
¿Cuando podría morir?
...La noticia de que un nuevo dragón había salido del monte Tonglu, se esparció por todo el reino.
Como príncipe, tenía el deber de ir contra está bestia. Ese dragón había conseguido todo el poder en el bosque maldito y juntó a un dragón negro, hacían desastres.
Su nombre era XueYu Tanhua. O Hua Cheng, Este dragón había cubierto con su cuerpo una delicada flor al mismo tiempo que hacían una matanza y protegía a unos animales.
Este poder era tan devastador que todos tenían que un nuevo desastre llegará al reino.
Pero en contra de su voluntad, fue llevado hasta la cueva de ese dragón. Ningún ruido salía de su boca, hasta que encontró al dragón rojo dormido, alzó su espada y enterró sin piedad.
Lo había matado.
De nuevo...
Pero cuando intentó moverse, unas manos le rodearon y una voz susurró en su oído, liberando de las ataduras.
-Que bueno verlo de nuevo, Su alteza.
El aire se volvió cálido, y Xie Lian tiró su espada, las calidas lágrimas bajaron de sus ojos y se volteó para mirar al otro.
-Tambien me da gusto, San Lang.
ESTÁS LEYENDO
El Príncipe Cazador
FanfictionDesde el ataque del dragón Gudu, en el reino de Xian Le había una regla muy estricta. No asociarse con el mal. Tal vez había normas como las de no robar, no matar entre otras, pero si había una que no podía ser nunca tolerada era la de asociarse c...